domingo, 15 de enero de 2017

Un cuadro junto al río Iro

El lienzo firmado por J. López G. y titulado "Chiclana 1900".

IRO XXI | CHICLANA

Salido a la luz hace pocos años y propiedad de un chiclanero amante de las cosas de su ciudad, traemos hoy una curiosa pintura que destaca en la escasa producción artística en torno a nuestro río, en general limitada a cuadros y dibujos de aficionados de carácter "naif", donde suele predominar el contundente icono del Puente Chico de 1927 a 1965, obras que, junto a fotos de la riada de 1965, se veían en bares y otros locales chiclaneros. Entre todas destaca esta pequeña obra, óleo sobre lienzo de 48 por 26'5 cm, firmada en su ángulo inferior izquierdo por J. López G. y fechado al lado: Chiclana 1900.

Escaso en cualidades artísticas, cabe enmarcarlo dentro de la amplia categoría de lo "naif", como una estampa idealizada y evocadora. El autor pretende ir más allá y no puede en su pretensión de una perspectiva cónica fallida, obsérvese el ancho del Paseo al principio comparado con la anchura a la altura del Teatro. El color se resuelve sin meterse en complicaciones con una paleta de tonos análogos y cálidos que permiten una correcta entonación, contrastados con el cielo azul claro atravesado de nubes.

Si simples son sus valores pictóricos, no ocurre lo mismo con lo que en verdad nos atrae de él: escudriñar como indiscretos curiosos a través esta "ventana" en la Chiclana de 1900, con el velo nostálgico con que vestimos el pasado. Así, en esta exploración, nos encontramos con un Paseo recién estrenado bajo el nombre de José María Quecuty, alcalde promotor, aunque la calle seguía llamándose O'Donell. Acababa de instalarse en 1898 el alumbrado eléctrico (vemos las "palomillas" del tendido en el edificio de la derecha, esquina a calle Vega). La inauguración del Paseo supuso el desplazamiento del "centro" de la ciudad de la Plaza Mayor a la vera del río.

El punto de vista del pintor está encima del actual bar "El 22", junto a la antigua heladería Rico, en la esquina de enfrente de la embocadura de la calle Vega, actual Unicaja, asoma un bello edificio de características similares al actual entre Alameda, La Fuente y Plaza de España, donde entonces estaba el Círculo Chiclanero y después el Club Pepe Gallardo, cerca del Casino en la actual Biblioteca Municipal. Por la calle de tierra viene una diligencia, seguro que camino de la posada existente en calle La Plaza.

Al otro lado de la calzada, un murete delimita el Paseo cortado por cuatro accesos, en el cuadro vemos tres, el primero y principal con placas de mármol conmemorativas y enfrentado a la c/ Vega nos lleva directos a cruzar el río por el Puente Chico, fuera del cuadro, por entonces una pasarela de madera. Como la calle, el suelo es de albero semicompactado, propio de la época y con larga vida en la tradición sevillana. Un muro y su hilera de árboles nos separan del cauce, denunciando con su poca altura la ausencia de miedo a las crecidas. Al final del Paseo contemplamos el por entonces Salón Teatro de Verano, primero de los tres que existieron en dicho lugar hasta la inundación de 1965, frágil construcción de madera y hermosa fachada rosada levantada por la "Sociedad García Gutiérrez".

Nos vamos a La Banda, donde atraviesa la pintura el espléndido y armonioso escenario de fachadas sobre el Iro de 1900. De izquierda a derecha, primero en sepia la Casa Romero, a su lado, más alto, el edificio del actual Los Ángeles, ambos con su geometría vertical de rejerías y cierros en gaditana composición, en los bajos del segundo había entonces una fonda. Los dos edificios contiguos, el primero con tejado inclinado de tejas, hoy no existen estando el Hotel Alborán en su lugar. Frente a la arboleda de la Plaza de Andalucía se accede al Puente Grande de entonces y, visualmente, sobre él aparece un edificio con cubierta a dos aguas, la Iglesia de San Sebastián, poco más que una sencilla nave aunque originada en el XVI, a la que años después del cuadro se resaltaría con el traslado del monumento al Magistral Cabrera y, sobre todo, con el añadido de una fachada "neogótica" tan conocida que muchos creen más antigua.

Casetas con sus lonas pintadas y pequeñas banderas encaramadas a altísimos mástiles indican que estamos en fiestas, seguramente la Feria de San Antonio. Hay muy poca gente, la verticalidad de las sombras nos responde: avanza el caluroso mediodía y los chiclaneros sestean. Presidiendo el ferial...banderas españolas, una francesa (?) y, en primer término, el enigma de una bandera andaluza anticipada en el tiempo.


¿SABÍAS QUÉ?
  1. El motivo más pintado y dibujado del río, y no en este cuadro, es el conocido y añorado Puente Chico que sólo tuvo 38 años de vida, de 1927 a 1965 cuando se lo llevó la Riada.
  2. La bandera andaluza tal como la conocemos, que no el uso de sus colores en pendones más antiguos, no se determinaría hasta la Asamblea de Ronda en Diciembre de 1918.
  3. La fachada neogótica del templo de San Sebastián se erigió en 1920, coincidiendo con la colocación en su pequeño patio de entrada del monumento al Magistral Cabrera, que así se trasladaba desde su primera ubicación en la cercana Plaza de Castelar, actual Plaza de Andalucía.


sábado, 24 de diciembre de 2016

La depuradora del Torno cumple 30 años

Es la primera instalación de este tipo, Depuradora de Aguas Residuales, que se construía en la provincia.

La puesta en marcha de la depuradora se hacía necesaria y era esperada por toda la ciudadanía de Chiclana


IRO XXI | CHICLANA

La depuradora ubicada en el "Torno de los yesos" ha sido, sin lugar a dudas, la Infraestructura mas importante que se ha ejecutado en Chiclana en beneficio del río Iro, y durante estos estos días se está cumpliendo el 30 aniversario de su puesta en marcha. 

Fue la primera instalación de este tipo, Depuradora de Aguas Residuales que se construía y comenzaba a utilizarse en la provincia. Al ser pionera tanto su construcción como sobre todo su explotación corrieron novedosas dificultades que se pudieron irse resolviendo con éxito, mas bien por la animosa voluntad de aquellos que participaron en sus principios que por la nula experiencia que se tenía sobre el funcionamiento de aquel artefacto.

La década de los setenta del pasado siglo significó la más horrible para el río Iro. La célebre, por catastrófica, riada de 1965, además de causar graves destrozos en la ciudad, habían dejado el cauce colmatado de sedimentos. La influencia de las mareas como elemento benefactor a la hora de limpiar la suciedad que iba almacenando el río en su lecho, cada vez era menor, pues las aguas subían rio arriba con mayor dificultad, solo las de mayor coeficiente conseguían traspasar la alta cota a la que había quedado el río repleto de tierras arrastradas.

A esta problemática había que sumarle el que durante esos años, por fin, se fue extendiendo el servicio de agua potable por toda la ciudad. Cuestión que evidentemente supuso una mejora incluso sanitaria, mas que necesaria y demandada, para los ciudadanos, pero que de manera inevitable significó un importantísimo aumento del aporte de residuos orgánicos que hacíamos al rio, y precisamente los colectores de estas aguas residuales descargaban directamente en la zona mas urbana de la ciudad.

Durante esos años de la década de los setenta, el rio se manifestaba, mas en verano, en technicolor, pasando de diferentes tonos de verde a rosados suaves o intensos. 

Tan solo en curiosidad hubiera quedado la cosa, si no hubiera sido porque aquella película no solo tenía colorido sino que además despedía una serie de olores tan desagradables que en ocasiones llegaban a producir náuseas entre los que tenían que atravesar los puentes que cruzaban el rio.

Por supuesto que mientras tanto la vida dentro del rio había desaparecido, solo bacterias pastaban a sus anchas, los peces, aves e incluso la vegetación habían desaparecido, por completo, en el tramo del rio mas obligado a visitar.

En esta condiciones el que los ciudadanos dieran la espalda y taparan sus narices ante aquel arroyo infecto, degradado y maloliente, resultaba terriblemente lógico.

Por todas las razones expuestas, la puesta en marcha de la Depuradora era algo necesariamente esperado por muchos. Tal vez no sabíamos como, pero los técnicos decían que ésta acabaría con los malos olores y la putrefacción de sus aguas. Para el rio era su gran esperanza.

Es de destacar que la implantación de la tasa de depuración de la que iba acompañada la puesta en marcha de la EDAR, fue recibida con normalidad por parte de la ciudadanía, a pesar de que algunos agoreros esperaban cierta tensión a la hora de su cobranza. 

Quedó claro que la necesidad de ver un rio limpio era una esperanza de todos los Chiclaneros, de entonces.


¿SABÍAS QUÉ?
  1. Chiclana se había convertido en la octava ciudad de la provincia en número de habitantes al alcanzar la cifra de 40.000 en el año de 1984.
  2. El Abastecimiento de agua potable en la ciudad se gestionaba en 1986 a través de un reducido Servicio de Agua Potable que aún no contaba con los 10.000 abonados.
  3. Las Obras de Colectores principales en las márgenes del río, Estación elevadora Virgen del Carmen y Depuradora de aguas residuales, fueron dirigidas por la Confederación a través de su sección de Abastecimiento de agua a la Bahía Gaditana.
  4. La Depuradora del Torno, después de 30 años, sigue siendo una infraestructura pionera en la provincia debido a su ejemplar mantenimiento y mejoras de las Instalaciones.

sábado, 3 de diciembre de 2016

De la etimología del río Iro (2)

La inmensidad del río Iro desde la pasarela de madera que conecta la barriada del Carmen y Las Albinas.

Besilo fue el nombre por el que el río se conoció durante la Antigüedad hasta bien entrado el siglo XVIII


IRO XXI | CHICLANA

Más que Tiro y Siro, o más aún que Liro, Lirio o Iro –incluso Salado, denominaciones más modernas– el río fue conocido en la antigüedad como Besilo, “nombre que conservó hasta bien entrado el siglo XVIII”, como afirma el investigador Jesús Romero Montalbán. Es necesario, en este sentido, remitirse a las fuentes históricas. La más elocuente es el poema geográfico “Ora Marítima”, del romano Rufo Festo Avieno, que vivió en la segunda mitad del siglo IV de nuestra era. “En el estudio y traducción de dicho poema, realizado por el geólogo Juan Gavala en su libro Geología de la Costa y Bahía de Cádiz, al tratar sobre el litoral gaditano en los versos 317 a 321, menciona una zona de relieve poco pronunciado, de suelo blando y arenoso, limitada por las aguas de los ríos Besilo y Cilbo. Gavala sugiere que estos rasgos topográficos concuerdan con los de la región que se extiende entre Chiclana y Vejer”, según ha descrito Romero Montalbán.

Esa referencia de Avieno al río Besilo resultó fundamental para que siglos después Florián de Ocampo, cronista del emperador Carlos V, en su Crónica General de España, describiera la llegada de los cartagineses a España. En ella narra, según la compilación de Romero Montalbán, los hechos sucedidos al púnico capitán Himilcon, conforme descubre las costas occidentales de Europa. Dicha expedición, comenzó su exploración en Gibraltar y siguiendo la “costa de los tartesios” describe los dos ríos que hallaron en nuestra zona. Nada extraña que de Ocampo utilizase los escritos de Avieno, afirmando: “Prosiguiendo la jornada, dieron en la boca del río Cilbo, que por buena conjetura parece ser el que viene por Vejer y Barbate. Tras el cual vieron otro río llamado Besilo, que por la misma razón debió de ser el que pasa por Chiclana, que se mete al mar junto con la punta de Santi-Petri, frontero de Cádiz”.

Cuando Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, ordena la reconstrucción de una fortaleza sobre las ruinas musulmanas del Cerro del Castillo –en torno a 1430–, los cronistas de la casa ducal de Medina Sidonia ya citan la existencia del río como Besilo. Lo hace, por ejemplo, Pedro de Medina, matemático y cosmógrafo además de clérigo al servicio de la Casa de Medina Sidonia, en su libro Crónicas de los duques de Medina Sidonia (1510). Y en el mismo afirma: “La villa de Chiclana está asentada en la ribera de un río pequeño que los antiguos llamaron Besilo, por el cual salen los barcos navegando desde dicha villa hasta la bahía de Cádiz”. 

Evidencias históricas hay, y muchas, otra cuestión es que la historiografía contemporánea haya interpretado, por el contrario, que los ríos Besilo y Cilbo sean el río Barbate y el Salado, en Conil. Demostración que la historia no deja –o lo es muchas veces– de ser interpretación. El debate ha ocupado décadas: ¿Es el Besilo el río Iro o el río Barbate? ¿Es Baesippo el término de Chiclana o el de Barbate? Fray Jerónimo de la Concepción llega a situar en su famosa obra, Emporio del orbe. Cádiz ilustrada (1690) a Baesippo en Chiclana, y por supuesto es quien defiende con más ardor que el río Besilo es el que tenemos por Iro. Para el carmelita el río Barbate se llamaría entonces Balona, como ya dijera el presbítero Macario Fariñas en 1660. Hoy parece irrebatible, que Baesippo alude, ciertamente, a Barbate, aunque no en río Besilo, ni mucho menos. 


¿SABÍAS QUÉ?
  1. La derivación de Besilo a Iro no es fácil, salvo que se admita la pérdida de la primera sílaba Bes- en cuyo caso sí sería posible el paso de -ilo a Iro.
  2. El significado de Besilo es simple. La primera sílaba Bes- significa “agua, corriente, río”, mientras que la segunda –ilo viene a decir que es “rugiente, tumultuoso, espumoso”. 
  3. Iro, también de raíz indoerupea, significa exactamente lo mismo: “enérgico” e “impetuoso”.
  4. Baesippo significaría, asimismo, “fortificación del río Besilo”. Baes- sería, al igual que Bes-, “agua, corriente, río”. Por su parte, -ippo, también de raíz indoerupea, vendría a significar “fortificación” o “promontorio”.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Los cogollos de palma y Bartivás

Recreación de lo que fuera el muelle de Bartivás, desde donde salían faluchos
con cogollos de palma hacia Portugal.

Durante el siglo XX salían, desde el muelle situado donde hoy está una de las naves de Mármoles Bolaños y Muebles Sayma, faluchos cargados de cogollos de palma directos para Portugal cuando el río Iro era navegable


IRO XXI | CHICLANA
Fue , sin dudas, el último servicio como vía de navegación y transporte de mercancías que nos hicieron el humilde río Iro, en su parte mas baja, y el aún más modesto caño de Bartivás. Desde el muelle que detenta este último caño y durante muchos veranos hasta finales de la década de los sesenta, durante el siglo XX, salieron hacia Portugal una gran cantidad de cogollos de palma.

A partir del 4 de Mayo, fecha en la que entonces se celebraba la feria de Medina, comenzaba la salida de los trabajadores al campo, a la siega del trigo y la cebada, a cosechar las habas, y muchos se movían entre cañadas y descansaderos en busca de palmares o palmaretes para sacar los cogollos de los palmitos. Estas hojas de la palmitera se extraían tirando hacia fuera mediante una tijera que terminaba no en punta, sino en dos especie de orejeras, que en vez de cortar atrapaban el tallo. De esa manera no se dañaba al palmito que podía producir mas palmas los años siguientes. Se llegaban a recoger hasta en los términos municipales de San Roque, además de en Medina y Alcalá de los Gazules. Con los cogollos se hacían unas alpacas o “bucinas” y se transportaban en mulos o carros hasta una finca que tenían “los portugueses” frente al acceso a Bartivás, en la carretera de San Fernando, donde hoy se encuentran unas naves de Mármoles Bolaños y Muebles Sayma.

En dicha finca se extendían las hojas de palma, con el fin de secarlas al sol. Mediante chimbiris, y cada unos días se les daba la vuelta para secarlas por las dos caras. Una vez secas y empaquetadas, formando nuevamente alpacas, se transportaban al muelle de Bartivás y en él mediante unos tablones que colocaban entre la embarcación, faluchos, y el borde del muelle, se iba llenando la bodega del barco con estas alpacas de palma que se desplazaban mediante unas parihuelas y dos hombres.

Estas embarcaciones llamadas faluchos, tenían entre 16 a 18 metros de eslora y unos cinco metros de manga y aunque podían, moverse con un pequeño motor, la navegación la hacían a vela, mediante una gran vela latina.

Llegaban, siempre costeando, desde el sur de Portugal hasta Sancti-Petri. En el muelle del consorcio hacían escala, y embarcaban a un señor al que llamaban “el sordo” que les hacía de practico en el acceso hasta el muelle de Bartivás. Incluso Manolo “Manguita” actuó algunas veces de practico, mientras estaba haciendo la mili. Entraban para el caño, con viento de poniente y salían con viento de levante, siempre con la pleamar, única forma de garantizarse el no quedar varados en el fango.

En el muelle, que era pequeño, sólo cabían un par de estas embarcaciones, pues era necesario abarloarlas muy bien al muelle para poder cargarlas. Con la marea vacía, lo faluchos quedaban varados en el fango, llegando a formarse con el peso del barco una “cama”, en el lodo, con la forma de la embarcación, que a veces conservaba alguna cantidad de agua.

Los accesos, la carga, las mareas y los vientos hacían que todas estas operaciones fueran lentas y siempre necesitaran de días para cargar y volver a salir hacia el sur de Portugal.


¿SABÍAS QUÉ? 
  1. Haciendo pasar estos cogollos entre unos cilindros con púas se conseguían deshilachar sus fibras obteniéndose una especie de “estropajo”, que le llamaban y se llama en la actualidad “crin vegetal”. 
  2. Para su mantenimiento era necesario que la palma o el crin obtenido estuviera totalmente seco, pues con el agua o la humedad llegaba o “pudrirse” y en cantidades, se podía producir hasta una fermentación de sus componentes.
  3. Su uso era sobre todo para tapicería, formando los rellenos de los asientos en las sillas, sillones y sofás, tapizados. Con la llegada de la goma espuma, este uso queda reducido a alguna fiel restauración de algún sillón antiguo. 

sábado, 19 de noviembre de 2016

El Castillo del Iro: sello de piedra sobre el río

Vista del castillo, a la derecha de la Iglesia Mayor, en el lienzo de Franz Xavier Riedmayer.

Escasos son los restos de la fortaleza del río, salvo su alegoría como torre de oro sobre peñas en el escudo de la ciudad


IRO XXI | CHICLANA

Pocos restos quedan de lo que fuera el castillo o fortaleza del Iro o Liro salvo su alegoría como torre de oro sobre peñas, tal y como aparece en el escudo heráldico de la ciudad, o formando parte del paisaje romántico del pintor Franz Xavier Riedmayer. Fue en 1303 cuando Fernando IV concedió a Alonso Pérez de Guzmán, El Bueno, el señorío de Chiclana con el deber de repoblarla y defenderla, mediante privilegio rodado con todos sus montes, fuentes, ríos, pastos, entradas y salidas. Y bien dice, “repoblarla”, si tenemos en cuenta que debió de ser abandonada por la población almohade precipitadamente, ante el avance cristiano. 

Esta alquería islámica estuvo situada en el lugar donde comenzaría a surgir la villa, el sitio más prominente y próximo al río, el que conocemos hoy como Cerro del Castillo. De ella quedaron como testimonio de su existencia, los restos de las viviendas, fabricadas con endebles muros de tapial, los silos o contenedores de alimentos y, posiblemente, los restos de una torre sobre la cual se construyó el Castillo del Iro. Este se describe como una fortaleza con barbacana sobre un río pequeño llamado Besilo, por el que salen los barcos navegando hasta la Bahía de Cádiz, tal y como nos la describe Pedro de Medina, cronista oficial de la Casa de Medina Sidonia, a mediados del XVI. La mayoría de las descripciones coinciden en que era una construcción pequeña y exenta. 

Restos arqueológicos de época almohada recuperados
en el cerro del Castillo, hoy en el Museo de Chiclana.

Según Luis Bravo de Lagunas, era una torre sin artillería, situada en un lugar abierto, muy cerca de la mar y donde podía desembarcar el enemigo, que la vio en un viaje de reconocimiento del sistema defensivo de la costa en 1577. Y Agustín de Horozco dice de él que era un mediano e inútil castillo, que estaba apartado de la costa más de media legua y al que se llegaba con muchas vueltas del río Sancti Petri con la marea. 

Para conocer su triste final contamos con el valioso testimonio de la escritora romántica que firmaba bajo el seudónimo de Fernán Caballero, Cecilia Böhl de Faber, que lo describe como “imagen de lo pasado”, “sello de piedra que ostentaba los archivos del pueblo”, “herencia de generaciones guardada por la comarca, como la momia de un vencido caudillo”, “aislada, abandonada, inofensiva y austera que tenía a sus pies el cementerio”. A su criterio fue demolida bajo el pretexto de que era una ruina, pero que hubiera sobrevivido en el tiempo mucho más que algunas construcciones más recientes. Resulta interesante destacar el sentido patrimonial tan acertado e innovador de la escritora para la época, destacando sobre todo el valor histórico, arqueológico y patrimonial que este tenía. Según Jesús Romero Montalbán, la torre sufrió grandes desperfectos durante la invasión francesa de Chiclana y fue definitivamente demolida porque ya no era más que escombros en 1813 por el propio ejército español. 


¿SABÍAS QUÉ? 
  1. Según cuenta la tradición la cúpula de la Iglesia Mayor se construyó con las piedras que se extrajeron de la demolición del Castillo.
  2. Existió en el Cerro del Castillo una alquería o poblado medieval de la que aparecieron numerosos restos en las excavaciones arqueológicas realizadas entre 2006-2011. 
  3. En 1806 la torre del castillo debía seguir en pie pues aparece dibujada en el óleo de Riedmayer. 
  4. La torre según algunos investigadores fue similar a la Torre de Guzmán de Conil.

sábado, 12 de noviembre de 2016

El arroyo de la Cueva

Terrenos por los que discurren los arroyos del Salado y de la Cueva.

El cauce del Iro sería la suma del arroyo del Salado, que aportaría el 60% del caudal, y el de la Cueva, en un 40%


IRO XXI | CHICLANA


En mucha cartografía, al río Iro se le considera como una prolongación del arroyo del Salado, tal vez al considerar al Iro como aquel cuyo cauce se encuentra sometido a la influencia mareal.

Si así fuera, este punto en el que el arroyo del Salado se transforma en río, no se encuentra definido y no tiene fácil definición. A principios de los años ochenta, del pasado siglo, se inició un expediente de deslinde, para determinar hasta donde influyen las mareas, dentro del cauce del Iro. De este expediente lo único que hemos podido averiguar es que quedó inconcluso, hasta que se aportaran nuevos datos.

El arroyo de la Cueva se une al del Salado, muy cerca de la carretera a Medina Sidonia a la altura del cementerio mancomunado, aportando, en los días de lluvia y escorrentía, el cuarenta por ciento del agua que va a discurrir por el río Iro. Por esta razón, por la amplitud de su cuenca, todos los estudiosos del río coinciden en razonar o proponer que el río Iro es la suma de esos dos grandes afluentes. El arroyo del Salado que aporta el 60 por ciento del caudal y el de la cueva que lo hace en el 40 por ciento.

El estudio hidráulico realizado para la prevención de inundaciones y ordenación de las cuencas de la Janda, le asigna al arroyo una superficie de cuenca de 87,6 kilómetros cuadrados y esta se extiende hacia el sureste entre los términos municipales de Chiclana y Medina llegando sus estribaciones a los términos de Vejer y Cónil. 

Los primeros 9 kilómetros de este arroyo transcurren por terrenos de muy poca pendiente, sólo de un 2 por mil de pendiente media. Estos terrenos están sometidos a labores agrícolas que exigen las roturaciones de los mismos, por lo que en los casos de lluvia torrencial, muy usual en nuestra climatología de tipo mediterráneo, es mucha la cantidad de arrastres de tierras que aporta al río Iro. 

La parte final del arroyo, recoge aguas de las tierras mas altas y de pendientes medias que llegan al doble de las anteriores, en estos terrenos por los que discurre ya se encuentran mas cerros y menos terrenos de labor. Priman el pino y alcornoque, así como el monte bajo. Entre ellos se encuentran la finca Camila, donde pastan los toros de la ganadería de Torrestrella.

El arroyo de la Salinilla, que se une a éste de la Cueva a unos 9 kilómetros de su desembocadura en el Salado, se considera de cierta importancia, le corresponden unos 20 Kilómetros cuadrados, la cuarta parte de la cuenca total del de la Cueva y se adentra por unos terrenos de mayor pendiente en dirección este, buscando las cercanías de Medina ciudad, dentro de su término.


¿SABÍAS QUÉ?

  1. En este arroyo desaguan, a su vez, una gran cantidad de pequeños arroyos que solo se manifiestan en los casos de escorrentías importantes, algunos nombres: de los pilones, de pozo blanco, del Galindo, de la Nava, de la Zahurda, de la Navita, de la Rabanita, del alcornoque, del Obispo y otros. 
  2. Es en este arroyo donde se proyecta la ubicación de la presa contra avenidas que parece se ha estudiado su emplazamiento a unos dos kilómetros de su desagüe en el Salado. Sería una presa de tierras, con posibilidad de desagüe regulado y constante.
  3. Dentro de su cuenca se encuentran dos pequeños embalses que recogen agua, que sobre todo es utilizada para poder abastecer a las necesidades más de la ganadería que de la agricultura.
  4. La “cañada de la Asomada” recorre toda su cuenca en dirección norte sureste. Esta vía pecuaria, une la carretera de Medina Sidonia ( A-390 ), con el poblado de “Los Naveros”, pedanía de Vejer de la Frontera.

sábado, 5 de noviembre de 2016

El Iro romano: agua, tierra, fuego y aire

Ilustración sobre la organización comercial desarrollada en torno al río Iro.


La existencia de hornos en ambas márgenes del río es una muestra de la importancia que tuvo la industria alfarera


IRO XXI | CHICLANA

En pocas ocasiones el hombre ha vivido tan vinculado al río Iro como lo hizo en época romana, sobre todo hacia el cambio de era, entre los siglos I a.C. y I-II d.C., cuando Chiclana (Cappagum o Cipia, según Ceán Bermúdez; Baesippo, según Jerónimo de la Concepción; e Ituci para otros), pertenecía al Conventus Gaditanus. No podía ser de otra manera si del comportamiento del Iro, con sus subidas y bajadas (dependiendo de la marea) y sus periodos de estiaje y crecidas, dependía el destino de la empresa comercial. 

Por esta vía fluvial navegaban las embarcaciones, que cargadas de pesados contenedores cerámicos (hoy llamados ánforas) partían hacia las diferentes provincias del Imperio romano. En éstas se envasaban productos como las salazones, el garum, el vino, el aceite y otros muchos frutos que se obtenían en nuestra tierra. 

La existencia de gran cantidad de alfares y otras estructuras constructivas existentes en ambas márgenes del río y a lo largo de su recorrido, evidencian la importancia del mismo como vía de comunicación, comercio y transporte. Los alfares hallados en la margen izquierda como La Esparragosa, Cerro del Castillo (Calle La Plata, Calle Castillo y Calle Convento), Calle La Fuente, y en su margen derecha, como El Fontanal, Casa de Huertas, calle Sor Ángela de la Cruz y Carmen Picazo son claros testimonios de la actividad económica y productiva existente en esa época.

La posibilidad de utilizar la navegación fluvial como medio de transporte hacia el interior de la campiña y, en sentido contrario, hacia la Bahía de Cádiz, unido al hecho de la existencia de numerosos depósitos de arcillas, de muy buena calidad, en ambos márgenes del río, fueron factores que hicieron posible la proliferación de talleres dedicados a la producción de envases cerámicos estandarizados en la Chiclana romana que marcaron, sin duda, el desarrollo económico y urbanístico de la misma.

La importancia de la industria alfarera existente debió de ser notoria, si tenemos en cuenta que se conoce la existencia de hornos desde el Cerro del Castillo hasta la calle La Fuente e incluso al otro lado de río (calle Sor Ángela de la Cruz y Carmen Picazo). En definitiva, la producción de contenedores para el comercio nos desvela, de algún modo, la abundancia y, al mismo tiempo, la existencia de una organización comercial muy importante y desarrollada para la época. En base a estos argumentos algunos investigadores defienden que fue Chiclana uno de los ejes básicos de la industria salazonera, junto a Puerto Real y San Fernando, de la Bahía de Cádiz en época Imperial, si bien habría que tener en cuenta otros productos como el vino y el aceite.

El hallazgo de un potente muro, aunque de pobre factura, fechado en época tardorromana en la margen izquierda del río, en la Avenida de Reyes Católicos y la existencia de una calzada en las proximidades, nos hacen pensar en la existencia de unas instalaciones portuarias y un importante viario relacionado con esta industria alfarera. 


¿SABÍAS QUÉ?
  1. Por los ríos solían navegar embarcaciones pequeñas del tipo scapha, que además solían ser auxiliares de las naves mercantes y las de guerra, de casco redondeado, alta popa y movida con remos o slatta, de casco redondeado, fondo plano, también propulsada por remos.
  2. El Cerro del Castillo se convierte a partir de la época romana en una zona industrial, dedicada a la fabricación de diferentes vajillas cerámicas (cerámica común: tapaderas, lebrillos), sobre todo ánforas (desde el s. I a.C. (Dressel I, C2b) hasta el siglo II d.C. (Dressel 7-11, Beltrán IIA y IIB) y siglo III d.C. Dressel 14).
  3. Las ánforas suelen llevar marcadas o pintado el alfar del que proceden, el contenido y destinatario.
  4. En el Cerro del Castillo se conservan los restos de un horno romano de ánforas del siglo I d.C.
  5. En Roma existe un monte llamado Testaccio formado por fragmentos de ánforas que llegaron allí entre los siglos I-III d.C. La mayoría proceden de la Bética y algunas de Gades.
Leer en EL PERIÓDICO DE CHICLANA. Nº 71. Pág. 19