El río chiclanero ha acompañado siempre a la ciudad a lo largo de su historia. Desde la época prehistórica, sucesivas civilizaciones han sabido beneficiarse de las bondades que ofrece este testigo histórico de la vida chiclanera
IRO XXI | CHICLANA
Hace tres mil años nuestro río, el Iro, era muy diferente a como lo conocemos hoy. Las investigaciones demuestran que los fenicios cuando llegaron a nuestras costas vieron un paisaje muy distinto al actual.
En la Antigüedad el Iro
desembocaba aproximadamente en lo que hoy es la Plaza de España, más o menos
donde hoy se encuentra el Puente Grande, entre dos elevaciones que flanqueaban su desembocadura. Una de ellas
estaba en la margen derecha, en la colina donde hoy se encuentra la Parroquia
de San Sebastián, y la otra, en la margen izquierda, en el que hoy llamamos
Cerro del Castillo. Ambos fueron puntos estratégicos para el control de entrada
y salida de las embarcaciones por esta vía natural que se adentraba en la
campiña gaditana.
Por entonces, el agua del mar llegaba hasta la base de estos cerros, configurando la antigua línea de costa. Con la subida de la marea, el agua se adentraba vertiente arriba, a través de un amplio cauce, que daba paso a una amplia ensenada, lugar al resguardo de vientos y mareas idóneo para atracar y varar los barcos, donde debió de estar el puerto. Esta situación estratégica explica que el Cerro del Castillo fuera elegido como lugar de asentamiento desde la Prehistoria Reciente, concretamente en época tartésica, como evidencian los restos de un poblado de cabañas construido con juncos, eneas y barro.
Fue a este poblado al que llegaron los fenicios que comenzaron a frecuentar la Bahía de Cádiz, hacia el siglo IX a.C., según los testimonios arqueológicos, y 1200 a.C. según las fuentes clásicas, y que tras una serie de contactos decidieron establecerse en Chiclana. Aquí podían abastecerse de los ricos productos que daba la tierra y que eran tan necesarios para sus largos viajes por el Mediterráneo de vuelta a su tierra, a Oriente. Su dominio político y económico sobre los alrededores debió ser tal que decidieron construir una fortificación en el Castillo y un templo, a su dios Melqart, protector de la ciudad, del mar, de los navegantes y del comercio, en algún lugar del entorno de Sancti Petri.
Por entonces, el agua del mar llegaba hasta la base de estos cerros, configurando la antigua línea de costa. Con la subida de la marea, el agua se adentraba vertiente arriba, a través de un amplio cauce, que daba paso a una amplia ensenada, lugar al resguardo de vientos y mareas idóneo para atracar y varar los barcos, donde debió de estar el puerto. Esta situación estratégica explica que el Cerro del Castillo fuera elegido como lugar de asentamiento desde la Prehistoria Reciente, concretamente en época tartésica, como evidencian los restos de un poblado de cabañas construido con juncos, eneas y barro.
Fue a este poblado al que llegaron los fenicios que comenzaron a frecuentar la Bahía de Cádiz, hacia el siglo IX a.C., según los testimonios arqueológicos, y 1200 a.C. según las fuentes clásicas, y que tras una serie de contactos decidieron establecerse en Chiclana. Aquí podían abastecerse de los ricos productos que daba la tierra y que eran tan necesarios para sus largos viajes por el Mediterráneo de vuelta a su tierra, a Oriente. Su dominio político y económico sobre los alrededores debió ser tal que decidieron construir una fortificación en el Castillo y un templo, a su dios Melqart, protector de la ciudad, del mar, de los navegantes y del comercio, en algún lugar del entorno de Sancti Petri.
En el interior de la
fortificación fenicia del Castillo, se conservan restos de la ciudad formada
por casas y almacenes, con características arquitectónicas y urbanísticas muy
desarrolladas para la época. Calles estrechas, canalizaciones de agua, hornos
de pan, hornos de fundición de metal, molinos, etc. En el interior de estas
dependencias permanecen aún los ajuares domésticos como vajillas y otros
enseres, además de los recipientes que utilizaron para el envasado y transporte
de aquellos productos que comerciaron por el Mediterráneo.
¿SABÍAS QUÉ...?
- Septiembre de 2006, una excavación arqueológica en el cerro del Castillo revela la presencia de una ciudadela amurallada de origen fenicio, que revoluciona el conocimiento, que se tenía, sobre los fenicios y Gadir.
- Los restos constructivos hallados permiten hablar de la existencia de una ciudad en toda regla, por la racionalización y ordenación del espacio y la funcionalidad de elementos existentes como canalizaciones de agua.
- La ingente cantidad de fragmentos cerámicos recuperados en el interior de las viviendas, permiten conocer los utensilios utilizados. En el museo de Cádiz se encuentra una hermosa tinaja (phitos) del siglo VI a.de.C. procedente de esta excavación.
- Hoy, casi 10 años después, seguimos a la espera de un Plan Arqueológico, financiado, que complete y ponga en valor tan importante yacimiento para la sociedad en su conjunto y especialmente para la chiclanera.
Leer en EL PERIÓDICO DE CHICLANA. Nº 40. Pág. 19
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