jueves, 17 de marzo de 2016

El río "puercachón"

Chiclana no contó con red general de agua corriente hasta 1966, a partir de ese momento, el Iro se convirtió en una enorme cloaca en pleno centro de la ciudad, ya que las canalizaciones de aguas residuales se dirigían hacia el río

 
En muchas ocasiones el río adquiría un color morado-rojo. Foto: Pedro Leal

IRO XXI | CHICLANA
Los treinta años entre 1950 y 1980, fueron los peores para el río Iro a lo largo de toda su historia, fue el período en el que peor lo tratamos. Durante esos lustros fue adquiriendo su mayor desprestigio al desprender, sobre todo en verano, los más desagradables e insalubres olores. Tanta pestilencia emanaba de sus sucias aguas, que la ciudad se fue haciendo tristemente célebre debido a lo insoportable de sus olores. Llegó a ser más conocida y distinguida Chiclana por el hedor que desprendía y se soportaba al cruzarla, que por cualquier otra circunstancia. La desagradable fama se veía más propagada por los miles de usuarios de la carretera nacional Cádiz-Algeciras y su importante tráfico, que aun cruzaban la ciudad y el río por el puente grande. 

Chiclana no contó con red general de agua corriente, hasta 1966, con anterioridad eran muy pocas las casas que la tenían y siempre gracias a pozos y motores, individuales por vivienda, que elevaban agua a depósitos en la azotea. Los primeros recipientes eran de cerámica vidriada, como los lebrillos lebrijanos.

Lógicamente fue a raíz de que ya contábamos con agua corriente, cuando la aportación de aguas residuales al río se incrementó considerablemente. La salida de estas aguas tan contaminadas, a través de las conducciones, madronas, iban directamente hacia el río, vertiendo para mayor contrariedad en su tramo más urbano, con lo que el río se fue transformando en una inmunda cloaca, en el mismo centro de la ciudad.


Manifestación en demanda de la limpieza
del río en el año 1980. Foto: Pedro Leal

La gran riada de octubre de 1965, al arrastrar tantas tierras y depositarlas en las zonas mas bajas, colmató de fangos, piedras y troncos de árboles el cauce a su paso por la ciudad. Solo las mareas muy altas conseguían limpiar algo el infectado cauce.

Tanta cantidad de materia orgánica en la poca agua que el río desplazaba en verano, llegaba a consumir todo el oxígeno disuelto en ellas, con lo que el riachuelo se transformaba en un medio imposible para la vida de peces, moluscos y crustáceos y al faltar estos, tampoco aparecían ninguna de las aves marismeñas.

En muchas ocasiones el río adquiría un color morado-rojo, debido a que en el proceso de transformación de tan alta cantidad de materia contaminante se producía la putrefacción de las escasas aguas, apareciendo los malos olores de compuestos de azufre y la aparición de bacterias del genero Chromation, catalizadores de este proceso que le aportaban el llamativo color.



¿SABÍAS QUÉ...?

  1. Fue nuestro paisano Fernando Quiñones el que en aquellos tristes años “bautizó” al Iro como el río puercachón. Lo hizo dentro del relato “Todo un verano para el Padre Alfonso”, incluido en su último libro de relatos, “El coro a dos voces”. 
  2. La actual calle Caraza, desde el río hasta la calle Ayala, era un caño, en el que influían las mareas y acogía todos los vertidos de la zona, incluso el de la fábrica de alcohol. Esta situación del “caño de la peste” duró hasta finales de los años sesenta del pasado siglo. 
  3. Muchos achacaban el color que aparecía el río a los vertidos de la fábrica de Marín y de la alcoholera, cuando en realidad era la suma de tantísimos residuos orgánicos. 
  4. Aquella situación de cloaca infecta parece que abrió una veda, todo se tiraba al río, ya fueran lavadoras viejas o el más raro de los contaminantes. Tristemente era célebre el tirar con un canasto a los gatitos, no deseados, recién nacidos. 
  5. La situación era tan grave, que dio motivo a la primera gran manifestación popular en demanda de la limpieza del río, en el año 1980. 
  6. Tanto se popularizaron los olores desprendidos por el río, que en el lenguaje de signos, oficialmente y según la escuela de intérpretes, el gesto que representa la palabra y ciudad “Chiclana” consiste en taparse la nariz. 

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