Los tres estudios realizados hasta la fecha arrojan datos muy diferentes en torno al caudal que se generaría y llegaría al casco urbano en el caso de una gran avenida de agua
IRO XXI | CHICLANA
Parece que no debiera ser algo difícil de cuantificar y de conocer cual sería la gran avenida de agua que pudiera llegar al centro de la ciudad de Chiclana a través del cauce de su río. Lógicamente entenderemos que sería siempre en función de la cantidad de lluvia que cayera en su cuenca hidrográfica. Sin embargo, este dato de la posible gran avenida que se pudiera producir, parece necesitar de una gran dosis de fe para creérnosla y lo más enmarañado de su problema es que en cada estudio que se realiza para dar con su cantidad, su caudal, el resultado es sensiblemente diferente y ya van tres estudios, como les digo con resultados dispares.
No es una cuestión baladí, ya que al conocer con más que menos certeza la cantidad de agua que puede discurrir por el cauce urbano, toda la cantidad que exceda esa capacidad, será agua que creará inundabilidad en la población.
Ese inalcanzable, por difícil de calcular, caudal de la máxima avenida, ese número en metros por segundo se hace necesario, incluso legalmente, para definir y proyectar cualquier infraestructura sobre el río y de el dependerá la magnitud y presupuesto de la misma, es decir su viabilidad. Si además ese caudal, con sus estudios pertinentes, forma parte del documento, elevado a Ley tras su procedimiento administrativo, llamado Plan General de Ordenación Urbana de Chiclana, no solo fijan las actuaciones posibles en nuestro cauce sino que va definiendo las posibles zonas inundables y protegerlas de usos que dificultarían esa inundabilidad.
Se hace imprescindible, por todo ello, definir y consensuar, entre los profesionales en materia hidráulica no solo el caudal sino el sistema para llegar al mismo, con el máximo rigor y entendemos que con premura. Parece kafkiano que cada proyecto a realizar lleve consigo un caudal diferente, por lo que todo y tanto depende del “último” estudio realizado por el “último” consultor
Todos parecen coincidir en la dimensión de la cuenca del río Iro que es de 224 Kilómetros cuadrados y consideran una longitud de 30 kilómetros de río, así como la altitud de la cuenca llega a los 300 metros en el Cerro de Medina, pero a partir de ahí comienzan infinidad de interrogantes, con infinidad de respuestas que pueden ser muy diferentes.
El agua de lluvia que cae en toda la cuenca nunca lo hará de forma homogénea y el número de pluviómetros, distribuidos en ella, en los que se puedan medir la lluvia efectiva que cae y evaluar las frecuencias, es escaso o nulo, por lo que no puede resultar nada más que un cálculo estimativo, determinado graciosamente. Las pendientes de sus arroyos y la forma de concentración de las aguas. O la cubierta vegetal, que seguro que varía con la temporada de sembrados y la permeabilidad de los terrenos, también son términos que el rigor en su estimación influye con claridad en el resultado del caudal último.
No tenemos ningún caudalímetro (instrumento de medida para la medición del caudal de un fluido, se trata que conocida la sección del cauce, se pueda conocer la velocidad del mismo) ni en los arroyos principales ni siquiera en el tramo del río Iro que nos pueda determinar con seguridad el comportamiento de las aguas de lluvia desde su caída hasta su llegada a los lugares de conflicto, así que convenir el método y resultado de las estimaciones se hace imprescindible para hacer un buen trabajo.
De todas formas lo que parece objetivo, es que con la construcción de una presa contra-avenidas en el arroyo de la Cueva el agua que pudiera retardar su llegada sería del orden del 30 por ciento, por lo que la gran avenida se vería disminuida, sería proporcionalmente menor y podría ser absorbida por el cauce urbano con mayor facilidad. El resto del agua procedente del arroyo lo haría con mucho menor caudal y durante mucho más tiempo.
Pensamos y deseamos que debiera de impulsarse la confección del proyecto definitivo de la Presa contra-avenidas sobre el arroyo de la Cueva y posibilitar su ejecución, y se obtuviera el “maldito caudal” de la máxima avenida fruto de la comparación de los estudios ya realizados con anterioridad y se contrastara también con los datos que pudieran transmitirse del estudio de los percances de inundaciones que constan a lo largo de los años en la historiografía de la ciudad.