Estampa de un candray con las montañas de sal en primer plano y Chiclana al fondo. |
Esta embarcación surcó el río Iro y los caños de Bartivás y Sancti Petri hasta bien entrado el siglo XX. Ha quedado como la embarcación típica y representativa de las salinas. Podían cargar hasta 20 lastres o casi 50 toneladas de sal
IRO XXI | CHICLANA
Los desplazamientos entre los núcleos urbanos y las explotaciones salineras de la Bahía de Cádiz se han hecho durante siglos a través de los caños. No había más remedio. También entre Chiclana y Cádiz. En esa travesía el río Iro fue una vía muy frecuentada, junto al caño de Bartivás y, sobre todo, el gran caño de Sancti Petri, que comunica con el interior de la Bahía. Para ello se usaban embarcaciones de corto calado que servían al mismo tiempo para transportar las cosechas de sal y para llevar a Cádiz y a su puerto, además, botas de vino para el comercio con América. La más popular y frecuente de esas embarcaciones –especialmente, durante el “furor salinero” del siglo XIX– fue el llamado candray, una barcaza construida en madera de roble y de encina, entre 18 y 20 metros de eslora, cinco de manga y uno de puntal. Tenían una doble proa que le permitía navegar en ambos sentidos y una llamativa vela latina. Este candray –aglicismo que proviene de “candry”, lata seca, nombre que recibían en Gran Bretaña los barcos de pesca de aguas de muy poca profundidad– se adaptó perfectamente a la Bahía de Cádiz, donde servía para múltiples menesteres, pero ha quedado en la memoria como la embarcación típica y representativa de las salinas.
Cuando ya el tráfico a través del río Iro era bastante complicado por el nulo calado, en el apartadero de Bartivás, por ejemplo, en los años 30 aún era frecuente ver candrays que venían desde Portugal para volver llenos de sal y que, ya de paso, completaban la carga con uva rey para verdeo, es decir, para su consumo como fruta. Algunas estampas y la memoria de los salineros han dejado constancia de cómo se hacía esa “cargá” de sal en los candray, que pese a su aparente ligereza podían transportar perfectamente en torno a 48 toneladas o 20 lastres, que es una vieja medida de volumen anterior al sistema métrico decimal que los salineros han conservado y aún usan. Es una medida de capacidad, y no de peso, que corresponde a 48 fanegas. Y una fanega sería 55,5 litros, según la medida de áridos habitual en Castilla, o el equivalente a 112 libras castellanas, aproximadamente 50 kilos de sal. Aunque los salineros, hacían la cuenta más simple aún. El número de parihuelas con las que se cargaba la sal daba la medida del cargamento: una parihuela enrasada equivalía a una fanega en 1766. Aunque ya en el siglo XIX, los salineros daban por hecho que treinta y tres parihuelas, aunque evidentemente ya sin enrasar y haciendo montón, equivalían a un lastre. Es decir, a unos 2.400 kilos.
La frecuente y constante demanda de sal hizo que un gran número de estos candrays surcaran los caños, hasta el pie mismo de los saleros, que es como se llaman las mal denominadas “pirámides” de sal, habitual en el paisaje salinero de la Bahía de Cádiz. De ahí al apartadero o embarcadero se llegaba al candray a través de dos tablones. Y hay que tener en cuenta que para cargar un candray con 20 lastres se necesitaban, aproximadamente, 660 cargas de esas parihuelas tipo cajón con cuatro maniguetas y una paciencia infinita.
¿SABÍAS QUÉ…?
- El barqueo intermedio y obligado, entre la salina y los grandes barcos atracados en el muelle de Cádiz era una cuestión de la máxima importancia, pues suponía una parte muy importante de los costos de producción o venta de la sal.
- La tripulación de un candray constaba de un patrón y tres o cuatro marineros y su movilidad se la suministraba una sola y grande vela del tipo latina.
- Las salinas se clasificaban según la dificultad y el gasto que originaba su carga en: “salinas que podían cargar en todo viento y marea”, “salinas que podían cargar en todo viento y marea, excepto fuerte viento de levante”, “salinas a las que podía arribarse con cualquier viento, pero no todas la mareas”, “salinas en las que podía cargarse con todo viento y levante flojo en la primera punta del aguaje”, “salinas cuyos caños solo eran accesibles con ciertos vientos y mareas” y, finalmente, “salinas con problemas de accesos variados a sus caños”.
- Los candrays en su última época ya en el siglo XX, también sirvieron para transportar la arena que se dragaba en el caño de Sancti-Petri y descargaban junto al estribo del puente Suazo en San Fernando.
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