sábado, 1 de octubre de 2016

¿Alguna vez el río limpio? ¡Ojalá!

Bella estampa la que forma el río con la marea llena, reflejándose
el Puente Chico y, al fondo, el del VII Centenario.

En esta ocasión, trasladamos una visión más personal sobre el estado del río Iro a su paso por la ciudad. En el texto se reivindica, no sola la importancia de una limpieza de las aguas, sino también el buen cuidado por parte de todos


IRO XXI | CHICLANA

El pasado viernes cruzaba el río Iro por el puente chico, el coche lo había dejado en la Banda, en el aparcamiento “vigilado” en el que se convierte el fondo de levante del campo de Futbol. Todos los días que no son fiesta, incluidos los sábados, hay que pagar un euro sin limitación de tiempo por las mañanas. Esmirriada colaboración, me parece, a esos jóvenes chiclaneros, que aspiran a llegar a ser un Ronaldo o un Messi, jugando y militando con el Chiclana C.F. en la División de Honor Andaluza.

Reconozco que de puentes me gustan todos, tal vez deformación desde mi juventud, me gustaba el barroquismo del antiguo, el del 27, el que se quiso llevar la inundación del 65 y me gusta la simplicidad y sencillez del actual. 

Tal vez el primero quería ser más que el río y más que un puente, quería ser bello por sí mismo y destacar con su presencia, no le importaba lo que había abajo, algo así como a la burguesía ilustrada chiclanera, de la que fue fruto, que quería estar, ser y que se notara.

El otro, el actual, tal vez peca de humildad, no quiere quitarle protagonismo al río, quiere pasar con sencillez sobre él sin que se note, parece que le gustara ser invisible. Se asemeja más al pueblo sencillo, que no aparece en los diarios, a la multitud callada y silenciosa de presencia mayoritaria e innegable. 

De uno y otro me fascina su utilidad, nacieron para ser útiles a todos, sin clases ni abolengos, a todos. A todas las personas, no a los coches, ni a su ruido, ni a sus excesivas formas y pesos.

Me deleita además su emplazamiento, está donde tiene que estar, algo que parece de “Perogrullo” pero que no es tan fácil de conseguir o de observar, ya que no sólo une la Banda y el Lugar, sino que lo hace en su centro, en su ombligo, frente a la calle de la Vega.

El río desde el Puente Chico, con marea vacía.

El Puente Chico se suele cruzar con rapidez, pues normalmente te suele azuzar el levante o el poniente. El viento provoca que te ajustes la chaqueta o sariana, antes la camisola, te encorves una miaja y mirando el suelo aligeres el paso.

Pero el viernes no hacía viento y sí hacía sol, el poco aire que corría hasta me aliviaba del calor. Tardé demasiado en cruzarlo, la razón no era otra de que había al menos tres parejas, que no me parecían vecinos de la ciudad, echándose fotos y prefería parar y que realizaran bien su encomienda a introducirme de mala manera entre el objetivo y su imagen.

Justamente estaban fotografiando el río. Se encontraba con agua, aunque no lleno, o la marea era baja o si era alta estaba aún subiendo. Que hermoso estaba el lecho del Iro así, semi-lleno, y sin querer ver la basura de sus márgenes. Hasta me dio tiempo de observar unas grandes lisas serpenteando por sus orillas. Seguro que si hubiera estado vacío, la fotografía no sería la misma y el atractivo desgraciadamente distinto.

Hace ya más de treinta años que no se limpia su cauce, ¿para cuándo un río limpio y cuidado por todos?


¿SABÍAS QUÉ?
  1. Antes de la gran inundación de 1965 y las obras de encauzamiento, del cauce del río se sacaba, con palas y a mano todos los veranos, gran cantidad de arena “dulce” para utilizarla en la construcción. Se extraía en el tramo comprendido entre las estaciones elevadoras y el Puente Chico. 
  2. Sólo el movimiento de las mareas, dentro del cauce del río, no tiene capacidad, fuerza suficiente, para mover y retirar hacia el caño de Santi-Petri, todas las tierras que se sedimentan en el lecho del tramo urbano del río, durante la época de lluvias. 
  3. La única vez que este tramo se limpió, mediante máquinas y camiones, aconteció hace poco más de treinta años y fue necesario levantar un camino central de tierras, que se fue retirando al mismo tiempo que se hacía la operación de extracción y acarreo de los sedimentos depositados.

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