sábado, 29 de octubre de 2016

Una oportunidad perdida: la plaza ochavada

Ilustración del momento en el que Pedro de Alcántara Pérez de Guzmán presenta el proyecto.


En el siglo XVIII se presentó un curioso proyecto para crear ocho viviendas entre la Iglesia de San Telmo y Las Albinas



IRO XXI | CHICLANA

El siglo XVIII supuso para Chiclana el primer lanzamiento para la villa, aunque los problemas de abastecimiento de la ciudad fueron continuos. Tal vez la razón principal fue la falta de tierras para sembradura y la poca producción de trigo, que constantemente hubo de importarse desde poblaciones cercanas. También colaboraría a este problema el crecimiento continuo de la población que se duplicó durante el siglo.

No obstante, al principio de dicho siglo (en 1717), se produce el traslado de la casa de Contratación de Sevilla a Cádiz y comienza la adecuación de la villa de Chiclana para comenzar a ser “el desahogo y quitapesares de la gente rica de Cádiz”, como la definió en este siglo el historiador D. Antonio Ponz.

Cuando mediaba el siglo, en el año de 1752, y ejerciendo D. Pedro de Alcántara Pérez de Guzmán como XIV titular del ducado de Medina Sidonia, presentó al corregidor de la villa, don Alonso Valdés, un proyecto elaborado por el maestro-arquitecto de la Casa Ducal, con planos y presupuestos. Se trataba de facilitar la construcción de una serie de edificaciones de casas residenciales e institucionales que formaran una “Plaza Ochavada”, donde “las casas deben guardar uniformidad en la altura, suelo, balcones y ventanas, sin que ninguno pueda excederse en tomar o aprovecharse de más terrenos que el que se le señalase en las respectivas ocho fachadas, incluidas las de las Casas Capitulares”.

Llega incluso a detallar su emplazamiento, entre la Iglesia de San Telmo y Las Albinas, defendiendo y protegiendo los accesos al muelle que se encontraba en el “río Liro”.

A pesar de que el duque ya tenía una relación de posibles inversores y se estuvieron dando autorizaciones para construir por el Corregidor en aquella zona durante esos años, nunca llegó a contemplarse, de manera oficial, el proyecto de la plaza.

Es curioso además, que de lo investigado por Domingo Bohórquez, resulte que los documentos del proyecto de la plaza se encuentren sólo en los archivos de la Casa de Medina Sidonia y no se encuentre alusión alguna en las Actas Capitulares del Consejo de Chiclana de los años 1752 y 1753.

Tal vez de aquella presentación del proyecto no se llegó a ningún acuerdo. Podría haber sido el desacuerdo fruto de la no aceptación por el Consejo, en aquellos años empeñado en reconstruir el puente que destruyó la riada de 1740, al mes de su inauguración.

Al no encontrar financiación para dicha infraestructura que debiera de considerar prioritaria, vería imposible la viabilidad de construir unas nuevas Casas Consistoriales. O incluso algunos pudieran ver en aquel proyecto tan solo un negocio especulativo del Duque, aunque las tierras eran suyas y administradas por el Consejo.

Sea por la razón que fuera es clarificador que los problemas urbanísticos siempre han estado presentes sobre la mesa de los Ayuntamientos y algunas decisiones demuestran con el tiempo que hubo Corporaciones que pudieron pecar de sólo ver lo inmediato ignorando las ventajas que a largo plazo hubieran tenido para la comunidad.

Indudablemente fue una ocasión extraordinaria para haber conseguido ordenar la ribera del río en su prolongación de la Alameda. Una edificación de ese tipo, incluyendo las Casas Consistoriales, hubiera supuesto un cambio radical en la estructura urbana actual. Desde luego hubiera facilitado la creación del centro de la ciudad que tanto añoramos a veces.


¿SABÍAS QUÉ?
  1. Estas plazas tenían una planta formando un polígono irregular de ocho lados que se podía inscribir en un círculo. Su modelo provenía de Francia, donde la forma partía de un rectángulo al que al achatar las cuatro esquinas formaban los ocho lados.
  2. De haberse ejecutado el proyecto la plaza de Chiclana, esta hubiera sido la primera, en el tiempo. En Andalucía sólo existen dos una en Archidona (Málaga) construida entre 1780 y 1786 y la otra en Aguilar de la Frontera (Córdoba) terminada de construir en 1813.
  3. Ambas plazas se encuentran prestando sus servicios en la actualidad y dentro de cada una se encuentran sus respectivos Ayuntamientos. Hoy son un auténtico atractivo urbanístico que recibe infinidad de visitas turísticas.
Leer en EL PERIÓDICO DE CHICLANA. Nº 70. Pág. 19

sábado, 22 de octubre de 2016

Paisaje con candray al fondo


Estampa de un candray con las montañas de sal en primer plano y Chiclana al fondo.

Esta embarcación surcó el río Iro y los caños de Bartivás y Sancti Petri hasta bien entrado el siglo XX. Ha quedado como la embarcación típica y representativa de las salinas. Podían cargar hasta 20 lastres o casi 50 toneladas de sal


IRO XXI | CHICLANA

Los desplazamientos entre los núcleos urbanos y las explotaciones salineras de la Bahía de Cádiz se han hecho durante siglos a través de los caños. No había más remedio. También entre Chiclana y Cádiz. En esa travesía el río Iro fue una vía muy frecuentada, junto al caño de Bartivás y, sobre todo, el gran caño de Sancti Petri, que comunica con el interior de la Bahía. Para ello se usaban embarcaciones de corto calado que servían al mismo tiempo para transportar las cosechas de sal y para llevar a Cádiz y a su puerto, además, botas de vino para el comercio con América. La más popular y frecuente de esas embarcaciones –especialmente, durante el “furor salinero” del siglo XIX– fue el llamado candray, una barcaza construida en madera de roble y de encina, entre 18 y 20 metros de eslora, cinco de manga y uno de puntal. Tenían una doble proa que le permitía navegar en ambos sentidos y una llamativa vela latina. Este candray –aglicismo que proviene de “candry”, lata seca, nombre que recibían en Gran Bretaña los barcos de pesca de aguas de muy poca profundidad– se adaptó perfectamente a la Bahía de Cádiz, donde servía para múltiples menesteres, pero ha quedado en la memoria como la embarcación típica y representativa de las salinas.

Cuando ya el tráfico a través del río Iro era bastante complicado por el nulo calado, en el apartadero de Bartivás, por ejemplo, en los años 30 aún era frecuente ver candrays que venían desde Portugal para volver llenos de sal y que, ya de paso, completaban la carga con uva rey para verdeo, es decir, para su consumo como fruta. Algunas estampas y la memoria de los salineros han dejado constancia de cómo se hacía esa “cargá” de sal en los candray, que pese a su aparente ligereza podían transportar perfectamente en torno a 48 toneladas o 20 lastres, que es una vieja medida de volumen anterior al sistema métrico decimal que los salineros han conservado y aún usan. Es una medida de capacidad, y no de peso, que corresponde a 48 fanegas. Y una fanega sería 55,5 litros, según la medida de áridos habitual en Castilla, o el equivalente a 112 libras castellanas, aproximadamente 50 kilos de sal. Aunque los salineros, hacían la cuenta más simple aún. El número de parihuelas con las que se cargaba la sal daba la medida del cargamento: una parihuela enrasada equivalía a una fanega en 1766. Aunque ya en el siglo XIX, los salineros daban por hecho que treinta y tres parihuelas, aunque evidentemente ya sin enrasar y haciendo montón, equivalían a un lastre. Es decir, a unos 2.400 kilos.

La frecuente y constante demanda de sal hizo que un gran número de estos candrays surcaran los caños, hasta el pie mismo de los saleros, que es como se llaman las mal denominadas “pirámides” de sal, habitual en el paisaje salinero de la Bahía de Cádiz. De ahí al apartadero o embarcadero se llegaba al candray a través de dos tablones. Y hay que tener en cuenta que para cargar un candray con 20 lastres se necesitaban, aproximadamente, 660 cargas de esas parihuelas tipo cajón con cuatro maniguetas y una paciencia infinita.


¿SABÍAS QUÉ…?
  1. El barqueo intermedio y obligado, entre la salina y los grandes barcos atracados en el muelle de Cádiz era una cuestión de la máxima importancia, pues suponía una parte muy importante de los costos de producción o venta de la sal. 
  2. La tripulación de un candray constaba de un patrón y tres o cuatro marineros y su movilidad se la suministraba una sola y grande vela del tipo latina.
  3. Las salinas se clasificaban según la dificultad y el gasto que originaba su carga en: “salinas que podían cargar en todo viento y marea”, “salinas que podían cargar en todo viento y marea, excepto fuerte viento de levante”, “salinas a las que podía arribarse con cualquier viento, pero no todas la mareas”, “salinas en las que podía cargarse con todo viento y levante flojo en la primera punta del aguaje”, “salinas cuyos caños solo eran accesibles con ciertos vientos y mareas” y, finalmente, “salinas con problemas de accesos variados a sus caños”.
  4. Los candrays en su última época ya en el siglo XX, también sirvieron para transportar la arena que se dragaba en el caño de Sancti-Petri y descargaban junto al estribo del puente Suazo en San Fernando.
Leer en EL PERIÓDICO DE CHICLANA. Nº 69. Pág. 19

sábado, 15 de octubre de 2016

El Gadir fenicio de Chiclana


Recreación de la ciudad fenicia por Díaz de la Torre.


Una descripción de los restos arqueológicos fenicios hallados nos sumerge en los orígenes de la ciudad


IRO XXI | CHICLANA

Acerca de los orígenes de Cádiz, las fuentes clásicas, concretamente Estrabón, nos dice lo siguiente: “Sobre la fundación de Gádeira, he aquí lo que dicen recordar los gaditanos: que cierto oráculo mandó a los tirios fundar colonias en las Columnas de Hércules… En la tercera expedición fundaron Gádeira en el lugar en el que acabó su viaje: el templo fue construido al oriente de la isla, la ciudad al occidente". El templo se supone que estuvo en los alrededores del Castillo de Sancti Petri, por la cantidad de objetos arqueológicos importantes que han aparecido y la ciudad Gadir, se sabe que es la actual Cádiz.

Recientemente, gracias a la arqueología sabemos que existieron otras fundaciones fenicias en la Bahía de Cádiz, como es el caso de Chiclana. Desconocemos el nombre antiguo de este asentamiento, pero la lectura detenida de alguno de estos relatos, concretamente la Ora Marítima de Avieno, nos permite platear la hipótesis de que quizás se trate del castillo de Gerión. En cualquier caso, a la luz de los restos aparecidos, la descripción de mano de estos antiguos geógrafos, podría haber sido la siguiente:

…Y en un promontorio junto a la costa, dominando un amplio río que se dirige a los bosques tartesios, los fenicios fundaron otra ciudad y la dotaron de una potente muralla, a la que se accedía por una estrecha puerta, flanqueada de altas torres, de base pétrea y adobes. Construida como saben los cananeos, tenía doble muro y cajones rellenos de arena amarilla, que abundaba en el lugar. Su robustez desafiaba el paso del tiempo y el envite de los arietes. La construyeron los mismos alarifes que habían trabajado en la construcción del templo de Jerusalén. La mano de obra fue del lugar, e hizo falta mucha piedra y empleo de adobes para terminarla. Dicen que se construyó al poco tiempo de llegar a Gadeira y fundar el templo de Melqart.……...el barrio de mercaderes se encontraba en el interior de la ciudadela y en él convivían distintas tribus, cada una de las cuales contaba con su propio barrio. Las casas eran bajas y de techos planos. Las plazas y calles, algunas empedradas, suficientemente anchas para permitir el paso de los carros, separaban un barrio de otro y se convertían en lugares de encuentro porticado. 




…El olor a comida de los fogones y a tortas de cereal de los humeantes hornos tunnur, convertía el ambiente en algo entrañable y familiar. Los niños corrían mientras jugaban por la calle, tropezando indiferentes con las mujeres que se dirigen al Karum o mercado donde se agrupan los talleres artesanales. Los mercaderes ofrecen productos de primera necesidad, como trigo, cebada, vino, aceite, sal, pescado, salazones; pero también preciados y exóticos, como joyas, oro, plata, cobre, marfil, pasta vítrea, huevos de avestruz. Las valiosas telas, con sus preciosos tonos púrpura, teñían de color y elegancia el desorden del bullicio. 


…En el puerto fluvial, al amparo del viento de levante, descansa la flota amarrada al muelle de madera. Los grandes barcos mercantes relucientes y calafateados con negro betún, ocultan los inquietos hippoi, que se preparan para el próximo viaje a tierras de Canaán.

¿SABÍAS QUÉ?

  1. Los fenicios llamaron Gadir a Cádiz por tratarse de un lugar fortificado, amurallado. Así que Chiclana también es otro Gadir. De ahí que los griegos al referirse a las fundaciones fenicias en el archipiélago gaditano las llamaran Gadeira, en plural. Rufo Festo Avieno fue el poeta latino del siglo IV a.C que escribió la Ora Marítima, basándose en periplo griego del siglo VI a.C., y que dice que “frente al cabo del templo, estuvo el Castillo de Gerión”.
  2. La muralla, por ser del tipo de las que se denomina “de casernas”, es de las más antiguas descubiertas en la Península Ibérica junto a otra de Alicante. 
  3. El templo de Melqart, dios del comercio, rey de la ciudad y protector de la ciudad, que se supone estuvo en las inmediaciones de Sancti Petri, es, según las fuentes, la fundación fenicia más antigua de Occidente, aunque los restos arqueológicos más antiguos aparecidos hasta el momento están en Huelva.
  4. El Yacimiento Arqueológico del Cerro del Castillo está protegido como Bien de Interés Cultural (BIC), no por su importancia, sino porque en la zona estuvo situado el Castillo del Iro.
  5. La conferencia inaugural del II Master de Patrimonio, Arqueología e Historia Marítima, que tendrá lugar el próximo 13 de Octubre de 2016 estará dedicada al yacimiento del Cerro del Castillo, su descubrimiento y futura puesta en valor.
Leer en EL PERIÓDICO DE CHICLANA. Nº 68. Pág. 19

sábado, 8 de octubre de 2016

De la etimología del río Iro (I)

Recreación de la llegada de los barcos fenicios, a la derecha el Cerro del Castillo.

Las hipótesis históricas sobre el origen de su nombre refieren su raíz indoeuropea, fenicia e, incluso, vinculado a la diosa griega Iris


IRO XXI | CHICLANA

La etimología del hidrónimo con el que se conoce el río en la actualidad –Iro– está aún por resolver. Desde hace tres mil años, desde que se ha constatado la existencia de un asentamiento en el cerro denominado como El Castillo, el río aparece unas veces mencionado por los historiadores como Tiro o Siro y otras como Besilo ya en la Edad Media. Al menos desde el siglo XVII hasta ya andado el siglo XX, indistintamente, se le ha llamado Lirio, Liro o Iro. 

¿Por qué Iro? La pregunta ha dado lugar a algunas suposiciones enraizadas en la Antigüedad. La primera le otorga a Iro una raíz indoeuropea y un significado que es simplemente “el río”. Pero no cualquiera, sino uno “enérgico” e “impetuoso”, como escribe Paloma Bueno. “Podemos decir que la raíz ir –señala– forma parte desde época antigua del nombre de muchos ríos de características similares que existen en diversas zonas de habla indoeuropea. Según la etimología, el elemento originario es el fonema /r/, con motivación onomatopéyica y un sentido asociado a la idea de energía y violencia que se aplica a un río o arroyo impetuoso”.

Por tanto, sería denominación anterior aún a los fenicios que navegaban el río entre Asido (Medina) y el templo de Melqart en Sancti Petri. “La sonante r se apoyó en la /i/ de donde procedería el nombre turdetano de ir, que remontaría a la primera lengua hablada aquí al menos desde la Edad del Bronce –sigue afirmando–. La raíz ir sería el origen del nombre del río, por tanto una denominación indoeuropea que haría alusión a la fuerza de éste, y que existiría antes de la llegada de los fenicios a la Bahía de Cádiz”. La existencia en el Cerro del Castillo de construcciones anteriores a la época fenicia podría avalar esta hipótesis. 

De los fenicios, en cambio, se ha escrito sin apenas fundamento que lo llamaron Tiro, como su ciudad de origen. Nombre que también le pusieron al castillo que construyeron en lo alto del cerro donde las excavaciones arqueológicas han hallado un muro defensivo de indudable factura fenicia y similares a otros hallados en Líbano y Siria. De Tiro derivaría sencillamente en Iro. O Siro. O Liro…

Aunque asociada a la mitología griega, es posible citar otra teoría, la que lanzó el profesor José Manuel Paredes Grosso en un libro publicado en 1985: El jardín de las Hespérides: Los orígenes de Andalucía en los mitos y leyendas de la Antigüedad. Ahí escribe: “Quizá el río Iro, que cruza la ciudad de Chiclana, tome su nombre de Iris; pues a los que hacían encargos o transmitían mensajes, los antiguos griegos les llamaban con el nombre de la mensajera divina. Así, en la Odisea, el mendigo que luchó con Ulises en su palacio era llamado Iro por su ocupación de correo de los pretendientes”.

Iro, provendría por tanto de la diosa Iris: la mensajera de los dioses y padre de Eros. La que a veces se suponía esposa de Céfiro, el viento que adoraban los tartessos según Schulten. Y, como explica Paredes Grosso, Iris, como sus hermanas, las Harpías, es una divinidad de origen marítimo: “Representa el principio de unión entre la Tierra, el Cielo y los Infiernos. Es la encargada de acudir al Occidente para llevar agua de la Estigia al Olimpo cuando los dioses juran solemnemente”. 

A través del Iro, por tanto, debiera de haberse realizado algún tipo de transporte vinculado con los sacerdotes del templo de Hércules Gaditano –el Herakleion–, con el que los romanos preservaron el culto al Herakles griego y el Melqart fenicio.


¿SABÍAS QUÉ?
  1. El Iro da nombre, precisamente, a “El Lugar” y “La Banda”, la dos grandes zonas en la que se divide la ciudad. La división de la villa de Chiclana por el río hizo que en la Edad Media ya se usara ambas denominaciones, aunque en ambas se han encontrados asentamientos de época fenicia. 
  2. “El Lugar” hace alusión, según el Diccionario de la Real Academia Española, a la tercera acepción de ciudad, villa o aldea. Es, por tanto, sinónimo. Y refiere a que en ella estaba asentada propiamente la villa y sus instituciones: la iglesia, el concejo, la cárcel…
  3. “La Banda” es una denominación, al menos, anterior al siglo XVI, cuando en los alrededores de la entonces ermita de San Sebastián se erigía en tiempos de epidemias el degredo u hospital para apestados.
  4. Esta acepción de “La Banda” es sinónimo de “lado” y hace referencia, más concretamente, a la otra banda del río. Según, como es lógico, los vecinos del propio Lugar. Con el tiempo, la denominación debió de perder el pronombre “otra” y quedarse simplemente en “La Banda”.
Leer en EL PERIÓDICO DE CHICLANA. Nº 67. Pág. 19

sábado, 1 de octubre de 2016

¿Alguna vez el río limpio? ¡Ojalá!

Bella estampa la que forma el río con la marea llena, reflejándose
el Puente Chico y, al fondo, el del VII Centenario.

En esta ocasión, trasladamos una visión más personal sobre el estado del río Iro a su paso por la ciudad. En el texto se reivindica, no sola la importancia de una limpieza de las aguas, sino también el buen cuidado por parte de todos


IRO XXI | CHICLANA

El pasado viernes cruzaba el río Iro por el puente chico, el coche lo había dejado en la Banda, en el aparcamiento “vigilado” en el que se convierte el fondo de levante del campo de Futbol. Todos los días que no son fiesta, incluidos los sábados, hay que pagar un euro sin limitación de tiempo por las mañanas. Esmirriada colaboración, me parece, a esos jóvenes chiclaneros, que aspiran a llegar a ser un Ronaldo o un Messi, jugando y militando con el Chiclana C.F. en la División de Honor Andaluza.

Reconozco que de puentes me gustan todos, tal vez deformación desde mi juventud, me gustaba el barroquismo del antiguo, el del 27, el que se quiso llevar la inundación del 65 y me gusta la simplicidad y sencillez del actual. 

Tal vez el primero quería ser más que el río y más que un puente, quería ser bello por sí mismo y destacar con su presencia, no le importaba lo que había abajo, algo así como a la burguesía ilustrada chiclanera, de la que fue fruto, que quería estar, ser y que se notara.

El otro, el actual, tal vez peca de humildad, no quiere quitarle protagonismo al río, quiere pasar con sencillez sobre él sin que se note, parece que le gustara ser invisible. Se asemeja más al pueblo sencillo, que no aparece en los diarios, a la multitud callada y silenciosa de presencia mayoritaria e innegable. 

De uno y otro me fascina su utilidad, nacieron para ser útiles a todos, sin clases ni abolengos, a todos. A todas las personas, no a los coches, ni a su ruido, ni a sus excesivas formas y pesos.

Me deleita además su emplazamiento, está donde tiene que estar, algo que parece de “Perogrullo” pero que no es tan fácil de conseguir o de observar, ya que no sólo une la Banda y el Lugar, sino que lo hace en su centro, en su ombligo, frente a la calle de la Vega.

El río desde el Puente Chico, con marea vacía.

El Puente Chico se suele cruzar con rapidez, pues normalmente te suele azuzar el levante o el poniente. El viento provoca que te ajustes la chaqueta o sariana, antes la camisola, te encorves una miaja y mirando el suelo aligeres el paso.

Pero el viernes no hacía viento y sí hacía sol, el poco aire que corría hasta me aliviaba del calor. Tardé demasiado en cruzarlo, la razón no era otra de que había al menos tres parejas, que no me parecían vecinos de la ciudad, echándose fotos y prefería parar y que realizaran bien su encomienda a introducirme de mala manera entre el objetivo y su imagen.

Justamente estaban fotografiando el río. Se encontraba con agua, aunque no lleno, o la marea era baja o si era alta estaba aún subiendo. Que hermoso estaba el lecho del Iro así, semi-lleno, y sin querer ver la basura de sus márgenes. Hasta me dio tiempo de observar unas grandes lisas serpenteando por sus orillas. Seguro que si hubiera estado vacío, la fotografía no sería la misma y el atractivo desgraciadamente distinto.

Hace ya más de treinta años que no se limpia su cauce, ¿para cuándo un río limpio y cuidado por todos?


¿SABÍAS QUÉ?
  1. Antes de la gran inundación de 1965 y las obras de encauzamiento, del cauce del río se sacaba, con palas y a mano todos los veranos, gran cantidad de arena “dulce” para utilizarla en la construcción. Se extraía en el tramo comprendido entre las estaciones elevadoras y el Puente Chico. 
  2. Sólo el movimiento de las mareas, dentro del cauce del río, no tiene capacidad, fuerza suficiente, para mover y retirar hacia el caño de Santi-Petri, todas las tierras que se sedimentan en el lecho del tramo urbano del río, durante la época de lluvias. 
  3. La única vez que este tramo se limpió, mediante máquinas y camiones, aconteció hace poco más de treinta años y fue necesario levantar un camino central de tierras, que se fue retirando al mismo tiempo que se hacía la operación de extracción y acarreo de los sedimentos depositados.