jueves, 21 de abril de 2016

El río romántico de Fernán Caballero

El puente de madera existente hasta principios del siglo XX en donde hoy se encuentra el Puente Chico.


Cecilia Bölh de Faber escribió que el río “Liro” divide Chiclana “en dos mitades como un cuchillo de plata” y dijo de él que es “muy progresista en invierno, y muy moderado en verano”. Alcalá Galiano quedó varado “en el cieno” en 1820


IRO XXI | CHICLANA
“El pueblo de Chiclana, distante dos leguas de la ciudad de San Fernando, está separado de ella por las albinas y pantanos que son los naturales baluartes de aquella población. Aunque pueblo de campo, es grande, y está asentado sobre dos alturas, entre las que pasa el río Liro, muy progresista en invierno, y muy moderado en verano”. Así comienza Fernán Caballero, es decir, la romántica Cecilia Bölh de Faber, su relato “Una paz hecha sin preliminares, sin conferencias y sin notas diplomáticas” (1859). 

Descripción literaria, pero errónea al ser ya entonces un río mareal. Esa cita contiene una confusa nota a pie de página acerca, precisamente, del río: “Otros le llaman Arillo; mas el castillo que existió allí tenía por nombre Liro”. No es probable que fuera la propia Cecilia Bölh de Faber, que había vivido en Chiclana al menos en tres grandes periodos en torno a 1797 y 1813 con sus padres –Fransquita Larrea y Nicolás Bölh de Faber–, y ya sola entre 1848 y 1856, sino el editor quien incluyera esa nota errónea sin duda. 


En ese mismo relato –y en el mismo río Iro– es donde se refleja el origen de un apodo con el que salimos mal parados: atajaprimos, “mal nombre que pica de muerto a los chiclaneros”, tal como lo cuenta Fernán Caballero, quien dice oírlo de una terna de “aficionados al ferniente o a tomar el sol”: uno de Chiclana –el tío Cayetano–, otro de Conil y el tercero de Vejer, que rememoran la guerra de la Independencia. “Dicen que debe su origen a dos primos, que estando en la orilla del río vieron la luna reflejada en él y la quisieron coger; pero como por más que corrían, el reflejo quedaba siempre a igual distancia de ellos, y nunca lo podían alcanzar, le dijo el uno al otro: «Da la vuelta, adelántate, y atájala, primo»”.

Vamos a constituirnos nosotros –como escribe Fernán Caballero– en “taquígrafos de la alameda del terraplén de Chiclana”. Y veamos como la literatura, más bien poco, ha tratado al Iro en el siglo XIX. La propia Cecilia en otro relato que tiene lugar en Chiclana, el famoso “No transige la conciencia” (1850), afirma: “El pueblo es grande, y el río Liro lo divide en dos mitades como un cuchillo de plata”. Liro, o Lirio, que de esas múltiples formas se escribía, erróneamente, hasta bien entrado el siglo XX. José Guillermo Autrán en 1898 ya dijo: “El Lyro puede desde luego tenerse por falso y debido sólo a una prótesis; el del Lyrio es más falso aún y originado por confusión popular”. 


Cecilia Böhl de Faber (1796-1877), firmó
su obra literaria como Fernán Caballero. 

Cinco años después que Fernán Caballero, en 1855, otro romántico gaditano –y luego celebre ministro y liberal, Antonio Alcalá Galiano– publicó sus “Memorias”, en donde recuerda, también sus múltiples estancias en Chiclana. Entre ellas, un particular viaje “por agua” desde la Isla a una “fiesta en Chiclana” en 1820. La vuelta de aquel viaje la acabó “varado en el cieno” ante la marea baja y la “risotada” general del, a juzgar por la descripción, notable tráfico de ida y vuelta por los caños de Cádiz a Chiclana.



¿SABÍAS QUÉ?

  1. Según José Guillermo Autrán, el nombre de “Yro” –que así lo escribe, con “Y” griega– proviene de “Tiro”. Su significado sería “peña, roca, piedra, peñón”, aunque lo asocia al “arrecife o banco de rocas que obstruyen la navegación por cerca de su desembocadura”, según escribe en su “Monografía” (1898).
  2. Sostiene Autrán que fueron los fenicios quienes le dieron el nombre de “Iro”, nombre que también podría estar vinculado “al castillo que ellos edificaron en recuerdo de la famosa ciudad de Tiro”, llamada así por ser edificada sobre un peñón. 
  3. La arqueóloga Paloma Bueno, más recientemente, ha descrito una posible etimología indoeuropea del nombre “Iro”. La raíz “Ir” haría referencia a “río o arroyo impetuoso”.
  4. José Bisso, en la “Crónica de la provincia de Cádiz” (1868) habla de que “asiéntase la villa de Chiclana en un llano entre las colinas de Santa Ana y Castillo de Tiro o Lirio, atravesando la población el río de este último nombre”.
  5. También el río Iro ha sido denominado Besilo, así lo hace ya el cronista Pedro de Medina en 1561. Aunque en en 1781, el presbítero Pedro García del Canto escribe que “el río se llama Vexilo”.
  6. Los románticos, como Fernán Caballero, prefirieron llamarle “Liro”, al igual que al castillo medieval existente hasta 1813, cuando fue derribado por un batallón del Ejército español y sus sillares se usaron en la construcción de la cúpula de la Iglesia Mayor.



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