jueves, 28 de abril de 2016

De la naturaleza del lecho fluvial del río Iro (I)

Desde la desembocadura, entrando en “la corta”. A la izquierda de la foto el acceso
al primer meandro y al fondo siempre Santa Ana.


El comportamiento del río chiclanero se transforma en ría en una longitud de algo más de ocho kilómetros, atravesando el Parque Natural de la Bahía de Cádiz y la ciudad de Chiclana siempre en dirección levante-poniente


IRO XXI | CHICLANA

La cartografía oficial que editan las administraciones denomina como río Iro, al cauce fluvial existente dentro del término municipal de Chiclana y que discurre entre el caño de Sancti-Petri y el sitio donde se unen los dos arroyos, del Salado y de la Cueva, punto que se encuentra situado en la cercanía de la carretera Chiclana – Medina, frente a la medianía del Cementerio Mancomunado.

Si aceptamos este criterio, nuestro río en cuestión tendría una longitud, tan solo, de apenas once kilómetros, desde ese teórico nacimiento hasta su desembocadura en el caño de Sancti-Petri, con la singularidad de que su cauce se asienta sobre una superficie prácticamente plana, por lo que la influencia de las mareas penetra con cierta intensidad hasta bien pasado el casco urbano de la ciudad.

No es baladí definir este punto de penetración de las mareas, pues a partir de él comienzan las competencias autonómicas de la Consejería de Medio Ambiente sobre la protección del dominio público de los cauces fluviales y terminan las del Ministerio de Fomento con su ley de Costas. A principios de los años ochenta, del pasado siglo, se intentó realizar un deslinde de la zona de influencia de las mareas del que no llegó a terminarse su tramitación. Parece, no obstante, que por los técnicos se acepta el que las mareas llegan hasta el puente sobre el río de la carretera hacia a Algeciras, la que llamamos circunvalación de Chiclana.



Si también aceptamos este principio, el comportamiento de nuestro río se transforma en ría en una longitud de algo más de ocho kilómetros, atravesando el Parque Natural de la Bahía de Cádiz y la ciudad de Chiclana siempre en la dirección levante-poniente. Muchas veces se puede observar la cara de perplejidad que se les pone a forasteros y turistas, que al cruzar el Puente Chico y mirar el cauce de lo que ellos creen un río, ven subir el agua hacia el interior, en sentido contrario al que debería proceder si fuera una corriente continua de agua, no reconocen la acción de la mareas. 

Tan solo a 700 metros de la salida, o entrada, de las aguas por el caño de Sancti-Petri y en la margen derecha se encuentra la salida del canal de Bartivás, que conduce el agua salada hasta la salina del mismo nombre y que tiene sus muros de vuelta fuera lindando con el Polígono Urbisur y con la carretera de acceso a Chiclana, antigua nacional 340. En ella se encontraba y aún en la actualidad se conserva en muy buen estado, uno de los más importantes molinos de marea de los cuatro con los que contaba la villa de Chiclana. 

Pasada esta salida, el río, en su origen, serpenteaba formando dos grandes meandros antes de entrar en la ciudad. En la actualidad aunque siguen existiendo los meandros, cada vez más aterrados, existe una “corta” que aminora el recorrido y acelera la evacuación de las aguas en casos de avenida. Para realizarla fue necesario atravesar las salinas de Santa María de Jesús y Carmen de Bartivás, que se adquirieron, para este fín, por el Excmo Ayuntamiento. 


¿SABÍAS QUÉ?
  1. Para la definición de las márgenes, derecha e izquierda, se utiliza la dirección del río en el sentido de salida, es decir desde su nacimiento a su desembocadura. 
  2. La corta para enderezar el camino de las aguas hacia el caño de Sancti-Petri, no se realizó hasta mediados la década de los ochenta y se ejecutó mediante máquinas dragalinas situadas en ambas márgenes. 
  3. De este tramo del Iro, de más de dos kilómetros, se pueden abastecer de agua salada los esteros de: San Ramón, San Eugenio, Santa María de Jesús, Carmen de Bartivás, Santa Teresa la Nueva y San Enrique. 
  4. A pesar de ser la zona donde se produce el vertido de la depuradora de El Torno, los fangos del cauce se encuentran en muy buen estado. Los mariscadores buscan y encuentran en ellos: coquinas, barriletes y sobre todo gusanas para pesca (miñocas). 
  5. La depuradora de El Torno cumplirá este año el 30 aniversario de su puesta en funcionamiento. Llega a depurar incluso con sistema terciario mediante filtros de anillas y esterilizando el agua por radiación ultravioleta (UV). Fue la primera de la provincia en ponerse en funcionamiento.
 

jueves, 21 de abril de 2016

El río romántico de Fernán Caballero

El puente de madera existente hasta principios del siglo XX en donde hoy se encuentra el Puente Chico.


Cecilia Bölh de Faber escribió que el río “Liro” divide Chiclana “en dos mitades como un cuchillo de plata” y dijo de él que es “muy progresista en invierno, y muy moderado en verano”. Alcalá Galiano quedó varado “en el cieno” en 1820


IRO XXI | CHICLANA
“El pueblo de Chiclana, distante dos leguas de la ciudad de San Fernando, está separado de ella por las albinas y pantanos que son los naturales baluartes de aquella población. Aunque pueblo de campo, es grande, y está asentado sobre dos alturas, entre las que pasa el río Liro, muy progresista en invierno, y muy moderado en verano”. Así comienza Fernán Caballero, es decir, la romántica Cecilia Bölh de Faber, su relato “Una paz hecha sin preliminares, sin conferencias y sin notas diplomáticas” (1859). 

Descripción literaria, pero errónea al ser ya entonces un río mareal. Esa cita contiene una confusa nota a pie de página acerca, precisamente, del río: “Otros le llaman Arillo; mas el castillo que existió allí tenía por nombre Liro”. No es probable que fuera la propia Cecilia Bölh de Faber, que había vivido en Chiclana al menos en tres grandes periodos en torno a 1797 y 1813 con sus padres –Fransquita Larrea y Nicolás Bölh de Faber–, y ya sola entre 1848 y 1856, sino el editor quien incluyera esa nota errónea sin duda. 


En ese mismo relato –y en el mismo río Iro– es donde se refleja el origen de un apodo con el que salimos mal parados: atajaprimos, “mal nombre que pica de muerto a los chiclaneros”, tal como lo cuenta Fernán Caballero, quien dice oírlo de una terna de “aficionados al ferniente o a tomar el sol”: uno de Chiclana –el tío Cayetano–, otro de Conil y el tercero de Vejer, que rememoran la guerra de la Independencia. “Dicen que debe su origen a dos primos, que estando en la orilla del río vieron la luna reflejada en él y la quisieron coger; pero como por más que corrían, el reflejo quedaba siempre a igual distancia de ellos, y nunca lo podían alcanzar, le dijo el uno al otro: «Da la vuelta, adelántate, y atájala, primo»”.

Vamos a constituirnos nosotros –como escribe Fernán Caballero– en “taquígrafos de la alameda del terraplén de Chiclana”. Y veamos como la literatura, más bien poco, ha tratado al Iro en el siglo XIX. La propia Cecilia en otro relato que tiene lugar en Chiclana, el famoso “No transige la conciencia” (1850), afirma: “El pueblo es grande, y el río Liro lo divide en dos mitades como un cuchillo de plata”. Liro, o Lirio, que de esas múltiples formas se escribía, erróneamente, hasta bien entrado el siglo XX. José Guillermo Autrán en 1898 ya dijo: “El Lyro puede desde luego tenerse por falso y debido sólo a una prótesis; el del Lyrio es más falso aún y originado por confusión popular”. 


Cecilia Böhl de Faber (1796-1877), firmó
su obra literaria como Fernán Caballero. 

Cinco años después que Fernán Caballero, en 1855, otro romántico gaditano –y luego celebre ministro y liberal, Antonio Alcalá Galiano– publicó sus “Memorias”, en donde recuerda, también sus múltiples estancias en Chiclana. Entre ellas, un particular viaje “por agua” desde la Isla a una “fiesta en Chiclana” en 1820. La vuelta de aquel viaje la acabó “varado en el cieno” ante la marea baja y la “risotada” general del, a juzgar por la descripción, notable tráfico de ida y vuelta por los caños de Cádiz a Chiclana.



¿SABÍAS QUÉ?

  1. Según José Guillermo Autrán, el nombre de “Yro” –que así lo escribe, con “Y” griega– proviene de “Tiro”. Su significado sería “peña, roca, piedra, peñón”, aunque lo asocia al “arrecife o banco de rocas que obstruyen la navegación por cerca de su desembocadura”, según escribe en su “Monografía” (1898).
  2. Sostiene Autrán que fueron los fenicios quienes le dieron el nombre de “Iro”, nombre que también podría estar vinculado “al castillo que ellos edificaron en recuerdo de la famosa ciudad de Tiro”, llamada así por ser edificada sobre un peñón. 
  3. La arqueóloga Paloma Bueno, más recientemente, ha descrito una posible etimología indoeuropea del nombre “Iro”. La raíz “Ir” haría referencia a “río o arroyo impetuoso”.
  4. José Bisso, en la “Crónica de la provincia de Cádiz” (1868) habla de que “asiéntase la villa de Chiclana en un llano entre las colinas de Santa Ana y Castillo de Tiro o Lirio, atravesando la población el río de este último nombre”.
  5. También el río Iro ha sido denominado Besilo, así lo hace ya el cronista Pedro de Medina en 1561. Aunque en en 1781, el presbítero Pedro García del Canto escribe que “el río se llama Vexilo”.
  6. Los románticos, como Fernán Caballero, prefirieron llamarle “Liro”, al igual que al castillo medieval existente hasta 1813, cuando fue derribado por un batallón del Ejército español y sus sillares se usaron en la construcción de la cúpula de la Iglesia Mayor.



jueves, 14 de abril de 2016

El Iro Paleolítico


Recreación de la vida en el Paleolítico junto al río Iro.    

Los restos más antiguos del paso del hombre por estos entornos aparecen en las cercanías del arroyo de la Cueva, de cientos de miles de años atrás


IRO XXI | CHICLANA
Hace unos 300.000 años aproximadamente, antepasados nuestros se acercaron al río Iro para recoger guijarros y fabricar herramientas; el sitio les pareció propicio y decidieron frecuentarlo. De ese momento poco queda, pero suficiente para que audaces prehistoriadores como M. Santonja, M.A. Querol y E. Vallespí, fueran capaces de comenzar a reconstruir nuestro pasado más remoto.

Cuando hablamos del Iro en la Prehistoria hablamos no sólo de la génesis de un río o de una cuenca fluvial en formación, sino también de los primeros humanos, nuestros antepasados, homínidos, que en el Pleistoceno habitaron en Chiclana. Nos referimos a aquel momento, hace miles de años, en el que el agua de lluvia seguía incidiendo verticalmente sobre un terreno llano, poblado de árboles y matorrales, que desde hacía tiempo venía siendo transformado por fenómenos naturales dando lugar a barrancos y terrazas de hasta 35 m. de profundidad. 

El Iro antiguo recibía ya los aportes de dos primitivos arroyos, el Salado y el de la Cueva,ambos también en proceso de formación y que, ya por entonces, eran frecuentados por las primeras bandas de grupos humanos de cazadores-recolectores-pescadores que pertenecían al Paleolítico Inferior y merodeaban por estas tierras. Éstos procedían de África y eran portadores de la cultura denominada Achelense, que se supone se habría extendido por el Suroeste de Europa, compartiendo territorio con poblaciones autóctonas.

Los restos más antiguos encontrados hasta ahora,gracias a las investigaciones realizadas por el profesor y catedrático de Prehistoria de la UCA José Ramos Muñoz, se localizan en el Arroyo de la Cueva y se trata de herramientas talladas en guijarros que se obtuvieron en estos mismos cauces fluviales, como bifaces, hendeduras, picos, etc. 

Piedra tallada del Paleolítico que
se exhibe en el Museo de Chiclana.
    

El hecho de que los yacimientos detectados se localicen la mayoría de las veces en las zonas más elevadas, hace suponer a los investigadores que la elección de los asentamientos se debió principalmente a factores estratégicos-defensivos y a la proximidad de fuentes de recursos. Asimismo, habría que destacar el carácter de paso natural del río, que favorecía la movilidad y la comunicación de estas bandas entre sitios de costa y otros del interior.

Posteriormente, durante el Paleolítico Medio, las terrazas del Arroyo de la Cueva siguen siendo frecuentadas por cazadores-recolectores que encuentran en ellas, concretamente en los depósitos de arenas rojas, la materia prima necesaria para fabricar sus herramientas, en este caso se trata de cantos de cuarcita de mala calidad, filitas negras y areniscas calcáreas. Los útiles tallados en sílex que aparecen se suponen aportaciones de otras bandas de neandertales probablemente procedentes de afloramientos subbéticos.

Muy poco sabemos del medioambiente en esos momentos pues no se han realizado estudios paleoambientales y tampoco se han encontrado restos óseos faunísticos en el río Iro, aunque si en la Barrosa, donde se documentan especies como toros (Bos taurus), caballos (Equus caballus) y perros (Canis familiaris). Hay mucho aún por investigar.

De la existencia de homínidos en el entorno del Iro durante el Paleolítico Superior aún no se han encontrado vestigios, pero la existencia de éstos en otros lugares inmediatos como Medina Sidonia y Conil, hace suponer una ocupación ininterrumpida del Iro en la Prehistoria y, por supuesto, presagiar su futura aparición.



¿SABÍAS QUE?
  1. El conocimiento que tenemos actualmente sobre la prehistoria de Chiclana es muy limitado debido a que los estudios prehistóricos en el término municipal han sido escasos y no poseen una gran tradición. En la década de los 80 del siglo pasado se acometen las primeras prospecciones superficiales fundamentalmente en la zona litoral (La Barrosa y Roche). Siendo a partir de la década de los 90 cuando comienzan a desarrollarse estudios puntuales relativos a la Prehistoria.
  2. El yacimiento arqueológico de “El Aculadero” en El Puerto de Santa María ha proporcionado miles de objetos de la cultura de los guijarros, es decir del Paleolítico Inferior Arcaico (1 millón-500.000 años), y al día de hoy son los únicos restos encontrados de las poblaciones que vivieron en el valle del Guadalete en esta etapa. Gran parte de este se ha perdido por la construcción de Puerto Sherry.
  3. Con un canto rodado tallado por el hombre y afectado por el fuego podemos conocer cuando se quemó. Para ello se utiliza una técnica analítica que es la termoluminiscencia. 
  4. En La Barrosa y los acantilados de Roche también se han encontrado industria lírica Achelense.