sábado, 9 de septiembre de 2017

Del Iro hasta América




A través del río, entre el siglo XVI y el XVIII, salían hacia Cádiz las botas de vino de Chiclana que proveían a la Flota de Indias  


IRO XXI | CHICLANA

El río Iro fue durante siglos la vía natural por la que el vino de Chiclana viajó a América y, también,a las bodegas Jerez, a las que abastecieron para ser después exportados con el nombre de Sherry. Aunque la dependencia jerezana se multiplicó con la construcción en 1842 del puente de barcas sobre el caño Zurraque, que sustituyó la barca tirada por maroma hasta entonces existente y que culminaba el camino de carruajes abierto por el general Solano. Incluso, en el último tercio del siglo XIX, cuando la filoxera ya había arrasado los viñedos de Francia y aquí aún no había llegado el nefasto insecto–no lo hizo hasta 1897, cuando se detectó en los pagos Matalián, Pozo Galván y Valle– desde el embarcadero de Bartibás salieron muchas botas y bocoyes de vino que desde el río Iro llegaron al mermado mercado francés.

Por el Iro viajaba desde Chiclana, como relata el cronista portuense Enrique Pérez Fernández, el“afamado vino, aceite, hortalizas y frutas de sus huertas y haciendas”. El río era, pues, la única vía de comunicación con Cádiz y su puerto para dar salida al comercio, sobre todo, con la colonias americanas ya desde el siglo XVI Agustín de Horozco afirmaba en su “Historia de Cádiz” (1598) que desde el muelle gaditano salían flotas de “diez y más naos para Nueva España” en las que la mayoría de la carga era de “vinos de Xerés, de Puerto Real i de Chiclana”. Desde el embarcadero de la Villa –hoy estaría a la altura de la calle de la Plaza– salían las barcazas hasta la Bahía con el vino que se embarcaba en la flota de Indias como parte del llamado “tercio de frutos”. Además de ese “tercio de frutos de la tierra” –principalmente, vino, aceite y aguardiente–, establecido en 1673, ya existían otros dos criterios. Uno, por el que dos tercios de lo embarcado correspondía a Sevilla y uno a Cádiz. Dos, por el que dos tercios correspondía a los “comerciantes” y uno a los cosecheros. 

En total, de ese “tercio de frutos” –una novena parte del total– que correspondía a Cádiz era básicamente vino. Y provenía de la propia capital pero también de los Puertos, Jerez, Sanlúcar y Chiclana. Especialmente, el comercio de vino se disparó durante el siglo XVIII, con el traslado de Sevilla a Cádiz de la Casa de Contratación y del Consulado de Comerciantes de Indias en 1717. Según el profesor Antonio García Baquero, entre 1720 y 1751, el 19% del total transportado por la flota de Indias era vino, y este provenía “de Jerez, Puerto de Santa María, Sanlúcar, Rota, Chiclana, Aljarafe sevillano y Condado de Huelva, más un pequeño refuerzo de vinos carlones”, o sea, de Benicarló. 

Con la intención de relanzar el comercio con América y “disfrutar de las regalías del repartimiento de buques en la Armadas de Flota y Galeones” se crean en 1756 las Ordenanzas de los Cosecheros de Vino de Chiclana, que tardarían diez años en ser aprobadas por el Real y Supremo Consejo de Castilla. Demasiado tarde. Los Gremios de Vinatería de Jerez (1733) y El Puerto de Santa María (1745) se habían adelantado y conseguido la exclusividad del mercado exportador ya en la segunda mitad del siglo XVIII. Desde entonces, a través del río Iro salen los vinos de Chiclana, básicamente, para sostener con su producción las bodegas de Jerez y del Puerto, aunque se implantó entonces como un vino de gran consumo en la provincia y, por supuesto, en el mismo Cádiz. Los diputados a Cortes disfrutaban en tabernas, como La Privadilla y la llamada Las Cortes, trocando “de vez en cuando algún discurso pesado por el generoso vino de Chiclana” , según Ramón Solís.


¿SABÍAS QUÉ?
  1. La bodega que tenía en el Santo Cristo Felipe José Abárzuza, ministro de Marina a finales de la década de los cincuenta, que luego continuaría Rafael Virués El Pitito, abasteció de vino de Chiclana al buque-escuela Juan Sebastián Elcano y enviaba sus botas a la Carraca a través del río Iro. Las embarcaban en dragaminas en las cercanías de la Correntín –donde hoy se encuentra el Puente Azul– y de allí salían a la Bahía.
  2. Otra vinculación con el río Iro de las bodegas de Chiclana –que hasta, aproximadamente, 1970 sostuvieron la economía chiclanera–, fue el lavado de los serones de la bestias y los capachos de esparto usados en la vendimia que se hacía también en la Correntín, donde la bajamar descubría un pequeño arenal. También se realizaban en la playa de La Barrosa y en Lavaculos.
  3. En esta Correntín, también durante la marea baja, cruzaban el río las caballerías y los carros con la carga de uva Palomina, Rey y Moscatel. También por la llamada Herraura, al final de la Carabina. Hasta mediados de siglo XX, la vendimia se realizaba en octubre. 
  4. Aguas arriba del Puente Grande, más o menos frente al actual Pico de Oro, existió una poza, a la que se le llamaba “El Lejío” –contracción de El Ejido, nombre que también se le dio al viejo cementerio– en este lugar se han bañado varias generaciones de niños y jóvenes de La Banda.

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