El "Puente de Isabel II", que tuvo que ser derribado tras la riada de 1965 para construir el actual "Puente Grande". |
El primer puente del que se tiene constancia se construyó en 1675 con madera de pino ● Hasta 1740 no hubo uno de piedra, aunque solo duró cinco meses en pie antes de que se lo llevara una gran riada
IRO XXI | Chiclana
No sabemos, con exactitud, desde cuando Chiclana contó con un puente sobre el río Iro. Posiblemente, el primero se construyó en 1675. Como ha demostrado el investigador Jesús D. Romero Montalbán, el 30 de noviembre de 1674 el entonces Ayuntamiento –el Cabildo municipal– acordó la construcción de un puente de madera al inicio del callejón de Jerez y “entroncando con el camino de Medina”. Pocos meses después, debió abrirse su paso. El Cabildo celebrado el 26 de enero de 1676 reconoce el impago de 150 pinos entregados al capitán Alonso Gil Rendón, “diputado que fue de la fábrica de la puente de madera que se hizo en el río de la villa el año pasado de 1675”. Pero, como afirma Romero Montalbán, “fueron tantos y tan cuantiosos los daños por las constantes riadas”, como la acaecida en 1702, que el Cabildo acordó construir en 1728 “un puente de cantería, con las dimensiones y altura como para soportar las avenidas del río”.
Ese mismo 1728 da comienzo la desventurada construcción del puente de piedra, que se prolongó durante once años con innumerables contratiempos. En 1736, “una de tantas inundaciones”, dice Domingo Bohórquez, da el primer aviso y provoca desperfectos en la estructura: “Las lluvias invernales se llevan el solado de un ojo y profundizando el ojo mayor”, escribe. Hasta el 20 de agosto de 1739 no queda por completo reconstruido y colocado los escudos del Duque y del Cabildo. “Poco duraría la alegría”, llega a afirmar Bohórquez. El 9 de enero de 1740, apenas cinco meses después de su inauguración las aguas se llevaron por delante el “hermoso puente de cantería” con sus tres arcos. El entonces párroco de la Iglesia Mayor escribió: “Por causa de la gran lluvia que en dicho día hubo, fue tanta la arriada de agua de monte que vino que maravillado el vecindario concurrió en bastante número a dicho puente al toque del avemaría. Estaban todos detenidos en él, movidos de la curiosidad de ver como el agua tapaba el ojo mayor de dicho puente y ya a estar horas los dos menores, de los tres que tenía, estaban tapados”.
Ese mismo 1728 da comienzo la desventurada construcción del puente de piedra, que se prolongó durante once años con innumerables contratiempos. En 1736, “una de tantas inundaciones”, dice Domingo Bohórquez, da el primer aviso y provoca desperfectos en la estructura: “Las lluvias invernales se llevan el solado de un ojo y profundizando el ojo mayor”, escribe. Hasta el 20 de agosto de 1739 no queda por completo reconstruido y colocado los escudos del Duque y del Cabildo. “Poco duraría la alegría”, llega a afirmar Bohórquez. El 9 de enero de 1740, apenas cinco meses después de su inauguración las aguas se llevaron por delante el “hermoso puente de cantería” con sus tres arcos. El entonces párroco de la Iglesia Mayor escribió: “Por causa de la gran lluvia que en dicho día hubo, fue tanta la arriada de agua de monte que vino que maravillado el vecindario concurrió en bastante número a dicho puente al toque del avemaría. Estaban todos detenidos en él, movidos de la curiosidad de ver como el agua tapaba el ojo mayor de dicho puente y ya a estar horas los dos menores, de los tres que tenía, estaban tapados”.
Irían sucediéndose pontones de madera hasta que los franceses en 1813 abandonan la ocupación de la Villa, dejándola arrasada por completo y sin puentes, ni Chico ni Grande. En “El Redactor General” aparece en ese mismo mes de agosto la siguiente noticia: “El secretario de la Gobernación de la península remite para la resolución de las Cortes una exposición del ayuntamiento constitucional de Chiclana, en que se expone la necesidad de recomponer el puente mayor de madera de aquella vida, y pide fondos de propios, y de otros disponibles, [para que] se le permita repartir entre sus vecinos el costo de la obra”.
A ese puente de madera es posible seguirle el rastro hasta marzo de 1854, fecha en la que un anónimo corresponsal del periódico “La Palma” se lamenta: “No vemos preparativos para principiar las obra del puente, pues el existente no merece, siquiera, este nombre, sino que por su estado extremadamente ruinoso, es digno de llamarse despeñadero, que cada día tememos precipite a los transeúntes; está casi en el aire amenazando hundirse por momentos”.
Desconocemos la fecha en la que se inauguró el ansiado “Puente Grande” de piedra, sí que en 1863 ya estaba en construcción y que recibió el nombre oficial de “Puente de Isabel II”, aunque ni en La Banda ni en El Lugar se le llamó nunca así. Aquel puente lo incluyó la Dirección General de Obras Públicas en el presupuesto de “la carretera de segundo orden Cádiz-Málaga por Chiclana, Algeciras, San Roque y Marbella”. José Guillermo Autrán llegaría a escribir en su “Monografía” de 1898: “Cuenta Chiclana con un magnífico puente de cantería, sobre el Yro, que no tiene otro defecto que el de sus desmesuradas proporciones. Es mucho puente para tan poco río”.
Pero se equivocaba. Las riadas seguían yendo y viniendo. Por ejemplo, la de 1920, dejó daños considerables. Pero fue la de 1965, la que provocó su fin. Lo cuenta Romero Montalbán, autor de “El cerro de Santa Ana: historia y culto”, en el catálogo de la exposición “El río de la memoria”: “Muchos hemos conocido y transitado por el desaparecido Puente Grande, derribado no por la riada del año 1965 sino por la piqueta del hombre que no contempló mejor medida a fin de evitar que fuese un obstáculo en futuras avenidas de agua. Ampliado su cauce, tan problemático lugar lo ocupan ahora demasiados pilares de hormigón”.
¿SABÍAS QUÉ?
- Hasta la construcción en 1675 del primer puente de madera el río se cruzaba por la azuda –llamada entonces “suda”– o muro del molino de aceña, propiedad del duque de Medina Sidonia. “Debió tener la suficiente anchura como para que transitasen por él las personas y las bestias de carga”, dice Romero Montalbán. Hasta carros lo cruzaban no sin riesgos.
- El 23 de abril 1673, el Cabildo municipal admite que “la suda de la villa está muy maltratada de forma que no se puede pasar por ella, lo cual redunda en gran perjuicio de los vecinos de la villa, porque en tiempo de invierno a las avenidas aunque sean muy cortas no se puede pasar y han sucedido muchas desgracias”.
- En 1731 el Duque de Medina Sidonia, entonces Domingo Pérez de Guzmán y Silva, autoriza a eliminar el molino de aceña.
- Tras el desastre por el derribo del puente de 1740 hubo intentos de erigir nuevos puentes de cantería, como el que diseñó Gaspar Cayón en 1755, pero que no se llegaron a ejecutar.
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