sábado, 23 de septiembre de 2017

El río ya debería llevar agua de monte




Llegado el otoño, el agua del río discurre con mayor velocidad y presenta tonos marrones ● Este año se antoja difícil que el río nos dé alguien disgusto en forma de riada ● Las mayores escorrentías se producen con la tierra ya empapada


IRO XXI | CHICLANA

Durante los meses del otoño y del invierno, las miradas al cauce del río Iro se hacen más constantes por parte de la ciudadanía, e incluso estas ojeadas suelen tener mayor celo cuando se contemplan las marrones aguas, “aguas de monte”, que se deslizan sobre la superficie y creada por las mareas camino de la mar al drenar las partes más altas de su cuenca hasta Medina. Rutinariamente se observan tanto la velocidad a la que se desplazan, así como el nivel máximo que hayan alcanzado. El objetivo no es otro que barruntar las posibilidades de que el río se salga de madre.

No obstante, este año de 2017 es difícil que el río nos de algunos de los disgustos a los que nos tiene acostumbrados con sus grandes avenidas o riadas. Estamos ya con el mes de septiembre mediado y aún no ha caído ni una gota de agua, ni en los alrededores de nuestro término ni en la parte alta de su cuenca por los campos de Medina, y, lo peor, sobre todo para el campo, es que no se prevén chubascos durante este mes de septiembre.

Las grandes avenidas de nuestro río casi siempre han acontecido a finales del otoño, concretamente las más desmesuradas que se produjeron en el pasado siglo XX fueron la del año 1920, que sobrevino el 10 de diciembre, y la de 1965, que, como muchos recordarán, ocurrió el 19 de octubre. Estas grandes y dañinas riadas en nuestro río, no suelen ser producto de una tormenta ocasional, sino de muchos y largos días de continua lluvia. En estos casos, ya durante el mes de septiembre, había llovido con cierta intensidad y las labores de la recogida de la uva se ralentizaban y se resolvían con muchísimas dificultades, ya que se hacía imposible incluso entrar en la viña, no solo con carruajes sino incluso a pie, pues las “pergañas” que se adherían al calzado no permitían el moverse por encima de las blancas albarizas o los más oscuros barros.

Las mayores escorrentías se producen cuando la tierra ya está “empapada” y no es capaz de absorber más agua. Las fuentes y los arroyos manan el agua que ya les sobra de sus repletos acuíferos mientras persiste una lluvia de cierta intensidad, toda ella va directamente al cauce. Se tiene que producir esta situación para que el río se desborde.

Al parecer, estamos en uno de esos periodos claramente recurrentes en los que es la sequía, y su falta de lluvias, la que agobia a muchos ciudadanos de toda España y no solo por los problemas que acarrea a la agricultura, sino incluso a las poblaciones, pues la falta de abastecimiento de agua potable ocasiona gravísimos problemas, incluso sanitarios, en la rutinaria vida de los ciudadanos.

Muchos recordarán la última etapa de sequía, que se produjo entre los años 1991 y 1995. Durante ese tiempo, además de perdidas de cosechas, se hicieron habituales los cortes de agua potable durante horas en la mayoría de municipios de la provincia de Cádiz. En Chiclana se hicieron algunas perforaciones para ayudar a la escasa agua que se nos suministraba por el Consorcio de Aguas de la Zona Gaditana. Los ciudadanos colocaron infinidad de depósitos en las azoteas y se hizo costumbre introducir ladrillos en el interior de las cisternas, con lo cual se reducía la cantidad de agua que se consumía al tirar de la cadena. En Cádiz se llegó a utilizar agua transportada por barcos desde Huelva.

Aunque muchos profetizaban que la situación era irreversible, debido a los cambios del clima, la realidad fue que en el otoño de 1995 comenzó a llover con intensidad, por lo que se dio como finalizada la etapa de sequía y se acabaron las restricciones de agua, al menos hasta hoy, así llevamos 22 años.

Las condiciones actuales del Consorcio de abastecimiento a la Bahía gaditana son mucho mejores que las existentes en 1995, pues desde entonces a la actualidad se han puesto en servicio el embalse de Guadalcacín II y el trasvase del Guadiaro-Majaceite.


¿SABÍAS QUÉ? 
  1. El embalse de Guadalcacín II comenzó a almacenar agua a finales de 1995, coincidiendo con la terminación de la sequía, tiene una capacidad de 853 hectómetros cúbicos. Está situado a 150 metros del Guadalcacín I, que tan solo tenía capacidad para 76 hectómetros, al cual inunda. 
  2. El Trasvase Guadiaro-Majaceite consiste en un túnel de 12.200 metros y una sección circular de 4,20 metros de diámetro. El caudal total de agua que se puede transportar es de 110 hectómetros cúbicos anuales.
  3. En estos momentos, los embalses que proporcionan agua al Consorcio de abastecimiento a la zona gaditana tienen 55 hectómetros cúbicos en el pantano de Los Hurones, el 55 por ciento de su capacidad, y 356 en Guadalcacín, al 42 por ciento de su capacidad.
  4. El consumo de los 18 municipios que forman el Consorcio de abastecimiento a la bahía gaditana es de 80 hectómetros cúbicos anuales. De estos, el consumo anual de Chiclana ronda los ocho.

sábado, 9 de septiembre de 2017

Del Iro hasta América




A través del río, entre el siglo XVI y el XVIII, salían hacia Cádiz las botas de vino de Chiclana que proveían a la Flota de Indias  


IRO XXI | CHICLANA

El río Iro fue durante siglos la vía natural por la que el vino de Chiclana viajó a América y, también,a las bodegas Jerez, a las que abastecieron para ser después exportados con el nombre de Sherry. Aunque la dependencia jerezana se multiplicó con la construcción en 1842 del puente de barcas sobre el caño Zurraque, que sustituyó la barca tirada por maroma hasta entonces existente y que culminaba el camino de carruajes abierto por el general Solano. Incluso, en el último tercio del siglo XIX, cuando la filoxera ya había arrasado los viñedos de Francia y aquí aún no había llegado el nefasto insecto–no lo hizo hasta 1897, cuando se detectó en los pagos Matalián, Pozo Galván y Valle– desde el embarcadero de Bartibás salieron muchas botas y bocoyes de vino que desde el río Iro llegaron al mermado mercado francés.

Por el Iro viajaba desde Chiclana, como relata el cronista portuense Enrique Pérez Fernández, el“afamado vino, aceite, hortalizas y frutas de sus huertas y haciendas”. El río era, pues, la única vía de comunicación con Cádiz y su puerto para dar salida al comercio, sobre todo, con la colonias americanas ya desde el siglo XVI Agustín de Horozco afirmaba en su “Historia de Cádiz” (1598) que desde el muelle gaditano salían flotas de “diez y más naos para Nueva España” en las que la mayoría de la carga era de “vinos de Xerés, de Puerto Real i de Chiclana”. Desde el embarcadero de la Villa –hoy estaría a la altura de la calle de la Plaza– salían las barcazas hasta la Bahía con el vino que se embarcaba en la flota de Indias como parte del llamado “tercio de frutos”. Además de ese “tercio de frutos de la tierra” –principalmente, vino, aceite y aguardiente–, establecido en 1673, ya existían otros dos criterios. Uno, por el que dos tercios de lo embarcado correspondía a Sevilla y uno a Cádiz. Dos, por el que dos tercios correspondía a los “comerciantes” y uno a los cosecheros. 

En total, de ese “tercio de frutos” –una novena parte del total– que correspondía a Cádiz era básicamente vino. Y provenía de la propia capital pero también de los Puertos, Jerez, Sanlúcar y Chiclana. Especialmente, el comercio de vino se disparó durante el siglo XVIII, con el traslado de Sevilla a Cádiz de la Casa de Contratación y del Consulado de Comerciantes de Indias en 1717. Según el profesor Antonio García Baquero, entre 1720 y 1751, el 19% del total transportado por la flota de Indias era vino, y este provenía “de Jerez, Puerto de Santa María, Sanlúcar, Rota, Chiclana, Aljarafe sevillano y Condado de Huelva, más un pequeño refuerzo de vinos carlones”, o sea, de Benicarló. 

Con la intención de relanzar el comercio con América y “disfrutar de las regalías del repartimiento de buques en la Armadas de Flota y Galeones” se crean en 1756 las Ordenanzas de los Cosecheros de Vino de Chiclana, que tardarían diez años en ser aprobadas por el Real y Supremo Consejo de Castilla. Demasiado tarde. Los Gremios de Vinatería de Jerez (1733) y El Puerto de Santa María (1745) se habían adelantado y conseguido la exclusividad del mercado exportador ya en la segunda mitad del siglo XVIII. Desde entonces, a través del río Iro salen los vinos de Chiclana, básicamente, para sostener con su producción las bodegas de Jerez y del Puerto, aunque se implantó entonces como un vino de gran consumo en la provincia y, por supuesto, en el mismo Cádiz. Los diputados a Cortes disfrutaban en tabernas, como La Privadilla y la llamada Las Cortes, trocando “de vez en cuando algún discurso pesado por el generoso vino de Chiclana” , según Ramón Solís.


¿SABÍAS QUÉ?
  1. La bodega que tenía en el Santo Cristo Felipe José Abárzuza, ministro de Marina a finales de la década de los cincuenta, que luego continuaría Rafael Virués El Pitito, abasteció de vino de Chiclana al buque-escuela Juan Sebastián Elcano y enviaba sus botas a la Carraca a través del río Iro. Las embarcaban en dragaminas en las cercanías de la Correntín –donde hoy se encuentra el Puente Azul– y de allí salían a la Bahía.
  2. Otra vinculación con el río Iro de las bodegas de Chiclana –que hasta, aproximadamente, 1970 sostuvieron la economía chiclanera–, fue el lavado de los serones de la bestias y los capachos de esparto usados en la vendimia que se hacía también en la Correntín, donde la bajamar descubría un pequeño arenal. También se realizaban en la playa de La Barrosa y en Lavaculos.
  3. En esta Correntín, también durante la marea baja, cruzaban el río las caballerías y los carros con la carga de uva Palomina, Rey y Moscatel. También por la llamada Herraura, al final de la Carabina. Hasta mediados de siglo XX, la vendimia se realizaba en octubre. 
  4. Aguas arriba del Puente Grande, más o menos frente al actual Pico de Oro, existió una poza, a la que se le llamaba “El Lejío” –contracción de El Ejido, nombre que también se le dio al viejo cementerio– en este lugar se han bañado varias generaciones de niños y jóvenes de La Banda.