sábado, 20 de mayo de 2017

Historias del “Puente Chico” (I)

Puente de madera existente sobre el río Iro a principios del siglo XXI,
también conocido como "Puente Chico".

El río Iro tuvo, al menos desde principios de siglo XIX, una pasarela de madera conocida como “Puente Chico”, nombre que heredó el inaugurado en 1928, desaparecido tras la riada de 1965. 


IRO XXI | Chiclana 

Desconocemos con exactitud desde cuando existió sobre el río Iro un denominado “Puente chico”. Posiblemente, desde antes del siglo XIX. Las referencias históricas confirman que, al menos, ya existía con ese nombre una pasarela en agosto de 1810, cuando el ejército napoleónico entra en Chiclana. Francisco Manjón Rodríguez refiere en su Memoria histórica descriptiva de la capilla de Santana (1870) cómo, tras la salida de los franceses a principios de 1813, los mandos de las tropas constitucionales españolas ordenaron a las autoridades de Chiclana destruir los fuertes construidos por los invasores –además de las ruinas del castillo de Liro, la ermita de Santa Ana y el molino de Hormaza– y utilizar su madera para la reconstrucción de los “puentes Grande y Chico”. Y así debió de hacerse. Porque apenas cinco años después, en octubre de 1818, en el “Diario Mercantil de Cádiz” aparecía un aviso que comunicaba lo siguiente: “En Chiclana se vende a voluntad de su dueño una hermosa casa con otra a la espalda, con comunicación y para desahogo, situada en la orilla del río en la Banda, frente al Puente chico”. 

Más que puente, era un pontón de madera. En el Archivo Histórico Municipal hay un descriptivo expediente fechado en 1840, sobre “las obras necesarias para construir la parte del Puente Chico de madera arruinado y reparación de lo que ha quedado”, firmado por el secretario del Ayuntamiento constitucional. Y corresponde a lo que describe el periódico “La Palma” en marzo de 1854: “Un puente chico de madera de una vara de ancho”. Es decir, apenas un metro, 83,5 centímetros para ser exactos. Una pasarela sobre pilares, también de madera, muy frágil, que padeció notablemente los embates de las riadas y que debió ser reconstruido constantemente, como sucedió en 1890. “Una horrorosa tormenta, acompañada de torrenciales lluvias, como no se recuerdan desde hace más de cuarenta años, destrozó el Puente chico, recién construido este verano, y los restos fueron encontrados en el sitio que llaman Albinas”, según se lee en el periódico “El Guadalete”, en la edición del 7 de noviembre de 1891. 

La fotografía de principios del siglo XX que muestra este Puente Chico de madera debió corresponder con el que en 1916 volvió a ser arrastrado por las aguas. “En Chiclana se hundió el puente de madera que unía los populosos barrios divididos por el río Iro”, decía “El Liberal” en la edición de 16 de marzo. Otra vez sucedió en el 9 diciembre de 1920. “El río Iro, al desbordarse, ha destruido, además, los dos puentes, dejando interrumpidas las comunicaciones con Algeciras y el campo de Gibraltar”, informaba “El debate” el 10 de diciembre. “El algunos sitios de la ciudad –añade–, las aguas alcanzaron un nivel de seis metros”. O, como dice otro periódico, “La Libertad”, sobre esa inundación de 1920: “No se recuerda nada igual. Las aguas entraron en numerosas casas y bodegas, destrozando los muebles y enseres, y arrastrando hacia el mar numerosas botas de vino. También está destruido el Puente chico”. Esa vez, el daño sería irreversible. Fue el último “puente de madera”. 

Poco después, el 8 de junio de 1923, el Ayuntamiento –siendo alcalde Agustín Escobar, que apenas estuvo nueve meses en el cargo– ya plantea la construcción de un puente “que facilite el paso de una parte a otra de la población, en el sitio donde estuvo instalado el puente de madera conocido como Puente Chico”. El concejal Antonio Andrade Polanco fue quien presentó la iniciativa. En “El Noticiero gaditano” es posible seguir la secuencia de aquel “proyecto de construcción de una pasarela sobre el río Iro”, que fue su denominación oficial, firmado por el ingeniero de la armada José de Aguilar. “El señor Pinillos –dice la edición del 12 de mayo de 1926, en referencia al alcalde Sebastián Martínez de Pinillos y Bel– va a acometer en cuanto los fondos lo permitan la reconstrucción, probablemente de cemento armado, del Puente Chico, obra de gran necesidad para la unión del barrio de la Banda y el Lugar”. Y así fue. “Una pasarela de peatones con carácter estable de elevado orden técnico y ornamental, dotando al lugar donde se emplaza de gran belleza de conjunto”, escribiría el ingeniero Aguilar en la memoria del puente, inaugurado en 1928 y que en 1965 fue derribado por los daños de la riada y el ensanchamiento del cauce del río. El puente que nadie olvida. 


¿SABÍAS QUÉ? 
  1. En octubre de 1926, al perforar una de las orillas para construir el puente de cemento armado, se encontró un manantial de agua potable, que, por medio de potentes bombas, se necesitó agotar. 
  2. “El Noticiero gaditano” dijo mientras se construía la nueva pasarela en 1926: “La altura rebasa sobre los pavimentos de las dos alamedas; lo suficiente, para que en caso de una arriada, no llegue el agua al piso del puente; antes se desborda el río al pueblo, que arrastrar al puente, y como éste no tiene más que las pilastras de cabezas; la corriente del río, por fuerte que sea, no le afecta nada, ya que su único ‘ojo’ deja pasar todo el caudal de agua”. 
  3. Junto al puente se inauguró también en 1928 una alameda en la calle Carmen Picazo, cuyo jardín era obra de Antonio Sardá. “Un conjunto de depurado gusto”, según la prensa, entre descripciones de araucarias, celindas o cinerarias. 
  4. El proyecto incluía otro jardín donde había estado el primitivo teatro –también de madera–, dedicado a Antonio García Gutiérrez y que igualmente se llevó la inundación de 1920. Ahí mismo se volvió a construir el nuevo casi treinta años después, que se inauguró en 1959. Y las aguas también se llevaron por delante el 19 de octubre de 1965. 

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