Sus aguas, a través de un complejo sistema de compuertas, alimentan el mágico escenario de esteros anejo
IRO XXI | CHICLANA
Las aguas del río Iro, bien directamente o bien a través de los canales que parten del cauce principal, alimentan el sistema de esteros anejo, cuya supervivencia depende de la renovación periódica de sus aguas – a través de un sistema de compuertas - siguiendo la dinámica de las mareas. Se establece así entre el río y sus esteros una unidad tanto ecológica como fisiográfica, originando el paisaje característico de las marismas gaditanas.
A pesar de su extensión, las marismas son espacios poco conocidos y peor valorados por la mayoría de la población; puede que una de las razones sea la aparente monotonía y artificialidad de éste paisaje.
En efecto, el espacio se encuentra parcelado con numerosos canales de agua paralelos, separados por estrechos muros de tierra grisácea y cubiertos de una rasa vegetación. Esta distribución de la interfase tierra-agua le confiere un aspecto rectangular, simétrico y poco atractivo. Éste es un paisaje artificial, resultado de la interacción del hombre con el medio con el fin de extraer sus recursos. Aunque estos recursos, básicamente la sal y el pescado, han sido explotados desde los primeros asentamientos, la transformación radical de la marisma chiclanera ha ocurrido especialmente en los dos últimos siglos: la rentabilidad de la sal durante el siglo XIX estimuló la roturación de gran parte de la marisma, que hasta entonces había permanecido casi inalterada.
La construcción de salinas provocó una parcelación del espacio, ya que para obtener la sal es necesario canalizar y regular el flujo de agua, de manera que en su largo y sinuoso recorrido aumente progresivamente su grado de salinidad hasta llegar a los cristalizadores dónde finalmente precipitará, por evaporación, el mineral.
Esta distribución del espacio se ha mantenido cuando el abandono de la actividad salinera reorientó la explotación de las salinas hacia la acuicultura. Además ha sido necesario excavar y dragar los canales para aumentar su profundidad, con lo que al mismo tiempo se elevan los muros que cuadriculan el paisaje, que se convierten así en la línea del horizonte y obligan a buscar alguna elevación para poder apreciarlo.
Se trata sin embargo de un paisaje de una extraordinaria originalidad, único, de carácter multisensorial. A la sensación de libertad que provoca un horizonte tan amplio, únicamente punteado por alguna casa salinera, se suman las impresiones provocadas por el viento, los olores de algas y fangos, la espectacular aunque fugaz floración primaveral, los juegos de la luz reflejada en las láminas de agua, las evoluciones de las bandadas de aves, los sonidos,…
- En contraste con éste paisaje simétrico, en los retazos de marisma que aún conserva características naturales, desaparece toda regularidad; la marisma natural es una anárquica red de caños e isletas, en la que el limite agua-tierra fluctúa ampliamente en función de las mareas, manteniendo el paisaje en continuo cambio. En el entorno de la desembocadura del Caño Sancti Petri, Chiclana conserva una de las mejoras muestras de marisma natural de toda la Bahía.
- La acuicultura de explotación intensiva practicada en algunos esteros puede provocar una degradación del paisaje marismeño: la ampliación y aterrazamiento de los muros para permitir el paso de maquinaria y la eliminación de cualquier resto de vegetación natural contribuye a empobrecer el paisaje y constituye un atentado visual.
- Las marismas están consideradas como uno de los ecosistemas de mayor productividad de la Biosfera. En nuestras marismas, la abundancia de nutrientes, la frecuencia de días soleados y alta iluminación, las temperaturas moderadas y la frecuente renovación del agua, permiten el establecimiento de ecosistemas con una elevada biomasa.
- Las marismas que bordean la Bahía constituyen el núcleo central de las 10.000 Ha del Parque Natural Bahía de Cádiz. De ellas, casi 3.000 Ha pertenecen al término de Chiclana.